jueves, febrero 20, 2025

Himno

Antonio Saravia

Acabo de releer Himno, la novelita distópica que Ayn Rand publicó en Inglaterra en 1938. Digo “novelita” no por quitarle mérito, sino porque es relativamente corta y se la puede leer en una tarde (a diferencia de La Rebelión del Atlas, su obra maestra, que es un libraco enorme que espanta al más avezado lector). La primera vez que leí Himno tenía más o menos la mitad de la edad que tengo hoy y mis sensaciones fueron, por supuesto, muy distintas. Ahora, con lo aporreados que podemos salir después de media vida, su mensaje tiene un significado distinto.

Ayn Rand nació en San Petersburgo, Rusia, en 1905. Desde muy joven se rebeló a la cultura rusa, se asumió europea y decidió con firmeza convertirse en escritora. Sufrió el caos de la Revolución Bolchevique y su familia tuvo que escapar a Crimea, donde completó el colegio. Los comunistas expropiaron el negocio de su padre, una farmacia, y la joven Rand (Alisa Rosenbaum era su verdadero nombre) pasó por largos períodos de penurias económicas. Estudió filosofía e historia en la Universidad de Petrogrado y empezó a interesarse por la historia de los Estados Unidos. Al aprender más sobre ese país y su proceso de independencia, empezó a considerar a los Estados Unidos como el modelo óptimo de nación para los hombres libres. Nunca dejó de mostrar esa admiración y la plasmó en mucho de su obra literaria, principalmente en La Rebelión del Atlas.

En 1925, a la edad de 20 años, consiguió a duras penas un permiso para una corta visita a familiares en los Estados Unidos. Tal como hacen muchos de los inmigrantes a ese país, sin embargo, mintió a las autoridades y nunca más regresó. Llegó a Nueva York, vivió en Chicago y después se instaló en Los Ángeles decidida a convertirse en guionista de cine. Le costó varios años de rechazos continuos, pero eventualmente sus guiones e historias llegaron al cine y al teatro. Tampoco le fue fácil publicar su primera novela, Los Que Vivimos, basada en sus vivencias en la Rusia comunista, que finalmente se publicó en 1936. Su primer best seller, El Manantial, se publicó en 1943 y a partir de ese éxito se la empezó a considerar una heroína del individualismo y el capitalismo. Himno fue escrita en el verano de 1937 cuando Ayn Rand decidió tomarse un recreo en medio de la escritura de El Manantial.

La escritura de su obra maestra, La Rebelión del Atlas, le tomó varios años y este se publicó recién en 1957. Aunque es un libro de ficción, Ayn Rand dramatiza en él toda su filosofía de vida integrando ética, metafísica, epistemología, política, economía y romanticismo. La Rebelión del Atlas es una obra que ha marcado una época. Puede ser criticada e incluso vilipendiada por sus detractores, pero nunca ignorada.

Pero volvamos a Himno. Esta novelita es la historia de Igualdad 7-2521, un muchacho de 21 años que es parte de una sociedad distópica y siniestra en un futuro distante. Sí, ese es su nombre, Igualdad 7-2521, porque el objetivo de dicha sociedad era anular todo rasgo de identidad individual y, por lo tanto, prohibía tener nombres propios. El paradigma de esa sociedad era que todos los seres humanos debían ser iguales (poseer los mismos bienes, tener los mismos objetivos, dormir y levantarse a la misma hora, trabajar las mismas horas del día e incluso divertirse de la misma manera) y contribuir solamente a los objetivos sociales del colectivo. Sus habitantes tenían incluso prohibido estar solos en algún momento, porque estando solos podían pensar individualmente y esos pensamientos podían generar diferencias.

La novela es, por supuesto, un ejercicio filosófico abstracto que advierte sobre los males del colectivismo (aunque algunas de esas ridículas políticas de igualdad fueron experimentadas por la misma Ayn Rand en la Unión Soviética o se experimentan hoy en Corea del Norte o Cuba). Igualdad 7-2521 es el héroe de la historia porque se rebela contra las reglas de igualdad, se enamora, estudia, descubre y termina escapando de la ciudad. Aunque al final Igualdad 7-2521 se convierte en un paria en el bosque, éste acepta su destino porque así logra ser libre y feliz al margen del totalitarismo igualitario.

Confieso que cuando leí Himno por primera vez mi apreciación fue bastante superficial. Me indignaron, por supuesto, los políticos y los “sabios” que dominaban la sociedad distópica y aplaudí al joven héroe por su valentía de escapar y encontrar la felicidad individual (compartida además por Libertad 5-3000, la joven de la que se enamora y tiene también la valentía de seguirlo en su escape). Hoy me doy cuenta, sin embargo, de que los verdaderos responsables de las atrocidades de esa sociedad distópica no eran los gobernantes, sino los mismos ciudadanos que habían aceptado al colectivismo como un ideal moral y que al hacerlo se habían convertido en instrumentos de su propia esclavitud. Esa es la verdadera tesis de la historia: si no apreciamos nuestro individualismo, nuestro ego bien entendido, nuestra identidad y nuestros valores individuales como la fuente de nuestra felicidad y aceptamos, en cambio, que el sacrifico por los demás es el paradigma moral, entonces nos habremos convertido en los patrocinadores de nuestra propia esclavitud.

Esto es muy importante de entender. Ayudar a los demás e incluso dedicar la vida a ello no es un sacrificio si esa decisión es voluntaria y genera felicidad y realización personal. Pero si esa ayuda es obligatoria y no respeta la decisión autónoma y voluntaria del individuo entonces hacemos del individuo un esclavo del colectivo y del famoso “bien común.”

Recomiendo con entusiasmo esta novelita (y si tienen tiempo, por supuesto, La Rebelión del Atlas). No se arrepentirán. La obra de Ayn Rand es un himno al orgullo personal, al valor propio y a la identidad individual que nos hace seres humanos. Ese cambio de mentalidad es la verdadera batalla cultural.

 

Antonio Saravia es PhD en economía.

Twitter: @tufisaravia

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