En el caso de los hijos e hijas, cuando ya existe una decisión tomada e irrevocable por la pareja, resulta necesario hablar con los hijos de la separación desde el primer momento, informándoles de cada paso importante, para que puedan aceptar la realidad, haciéndola consciente. Los niños y niñas han de tener la posibilidad de hablar, de ser escuchados y ser tenidos en cuenta… Es necesario, por supuesto, un tratamiento delicado, dando explicaciones verdaderas, adaptadas y calmadas.
Para organizar la nueva situación es necesario establecer, desde el principio, acuerdos de participación de los hijos. Se debe entender que los niños tienen fuerte instinto de conservación y de adaptación, pero necesitan respuestas claras a la pregunta: ¿Qué será de nosotros? En esta línea, conviene que conserven la casa, la escuela y las relaciones sociales como puntos de referencia permanentes, cuando todo cambia.
¿Y cómo deberá ser el respeto en la ya no pareja? Será necesario respetar la intimidad, el espacio y el tiempo de cada progenitor con los hijos. Hay que evitar el entorpecimiento, la interposición, las críticas sobre el medio personal, familiar y social del otro.
Se deberá fomentar la adquisición de principios, valores y normas sólidos, especialmente la autonomía, la responsabilidad y el respeto y convendría dar oportunidad a los hijos a tener criterio propio, a manifestar sus opiniones, a tomar decisiones y a moverse independientemente de los intereses de los progenitores, especialmente cuando no son coincidentes.
¿Notificar a la escuela? Sí, será necesario informar del proceso de separación al profesor guía o tutor del grupo para que pueda comprender, acompañar y acoger convenientemente al estudiante en tan difícil situación. Además, los dos progenitores deben intervenir conjuntamente en los asuntos escolares de los hijos.
¿Qué conductas deberán evitar siempre el padre y la madre cuando actúan por separado con sus hijos? No utilizar a los hijos, de manera consciente o inconsciente, como refugio afectivo, como chantaje para dominar, perjudicar o vengarse del otro y hasta como trofeo de victoria.
Permitir que los hijos se enganchen a un solo progenitor en una relación cerrada, dependiente y empobrecida, impide su maduración personal y relacional. Hay que poner límites y normas que les impidan ocupar el lugar del o la excónyuge.
Las relaciones sociales, una nueva pareja, la ocupación profesional, la escuela, otros hermanos, etcétera, ayudan a poner fronteras naturales a los deseos posesivos de los hijos y de los progenitores. Es un error, por ejemplo, consentir que los hijos ocupen la cama del progenitor, o que controlen y se opongan con éxito a una nueva relación o, inclusive, que indiquen verbalmente o impongan con su conducta que mandan ellos en casa.
En conclusión, la separación produce la pérdida temporal de algunos puntos de referencia que mantienen seguros a los hijos en la vida. Después de un periodo de duelo. los niños consiguen superar el periodo de inestabilidad.
El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.