No dejó de llamar mi atención la nota publicada en Infobae hace días sobre alguien que, en Francia –de hecho, debe haber muchos– vive sin celular, nunca lo quiso usar y no tiene problema alguno. “Éléna, la mujer de 33 años que vive sin teléfono móvil y resiste a la digitalización: cuanto más conectados estamos, menos contacto humano tenemos”, es el título de la nota de Marcos Montalbán, quien destaca: “resulta imposible imaginar hoy a una persona que sea capaz de vivir desconectada. Los teléfonos inteligentes parecen indispensables casi en todas las áreas de la vida. No obstante, ella vive en la ciudad de Orleans, demuestra que no todos siguen las directrices más modernas. Se trata de una mediadora cultural que nunca ha tenido un móvil y que ha aprendido a vivir en un mundo completamente adaptado a ellos”. Según comentó MeriStation, la revista digital, Éléna pertenece al 13% de la población francesa que se resiste a comprar un celular.
En una sociedad cada vez más digitalizada, “cada año la sociedad está menos adaptada a gente como yo”, ha declarado. Aunque es cierto que Élena no presenta oposición a la tecnología, “los obstáculos le surgen en todas las áreas de su vida cotidiana prácticamente. Me hace perder flexibilidad, tengo que planificar todo con más antelación”, ha explicado. Un ejemplo está en el transporte público. Para poder trasladarse con su bicicleta en ciertos trenes de la ciudad, se necesita un billete especial, pero la compra de uno de estos boletos solo se puede hacer a través de la página web. Además, su limitada conectividad ha trasformado la forma en que maneja las comunicaciones sociales: “En cuanto conozco a alguien nuevo, tengo que decirle que no tengo teléfono inteligente. Que, por tanto, de nada sirve que me envíes fotos, mensajes de texto largos o emojis”. Su postura es la misma en cuanto a las redes sociales. Por supuesto que debe enfrentar contratiempos, pero eso no significa que sea el fin del mundo para ella.
Pero no dar importancia al celular, sucede también en La Paz, Bolivia. A sus poco más de 70 años, Ángel Loza Lima dijo “nunca tuve la idea de tener un aparato de esos y en nada me ha perjudicado”. Vive en pleno centro capitalino y quienes lo conocen, entre ellos varios amigos, le reclaman por este hecho, pero él, sonriente, sólo escucha. “Jamás me llamó la atención, así estoy bien”, enuncia con seguridad, remarcando que “no es por falta de plata”, y por el contrario, se trata de alguien que es “de tener”. Nunca tuvo un teléfono móvil y, no obstante, dice “mejor no digo que nunca lo compraré, tal vez en algún momento, a mis años, por curiosidad lo pueda hacer, aunque creo que no lo haría”.
Repito, jamás utilizó un celular y solamente se contacta “a la antigua”, vía telefonía fija. Es Ángel Loza, quien deja de lado las urgencias, cualquiera que fuese, y vive tranquilo sin un móvil, pero eso sí, leyendo siempre EL DIARIO, “como es mi costumbre”, concluye.
www.dafoheradio.online