Importar mercadería para Bolivia sin quedar atrapado en el limbo aduanero ni perder tu capital en comisiones absurdas es un desafío. La escasez de dólares, bancos que complican más de lo que ayudan y una aduana que parece estar diseñada para hacerte fracasar, son solo algunos de los obstáculos. Pero hay formas de sortear el sistema sin caer en la trampa.
El problema: cuando juegas
en las grandes ligas
Si tu empresa es mediana o grande y necesitas traer productos o materias primas, estamos hablando de movimientos de capital serios: $50.000, $100.000, e incluso hasta $1.000.000 de dólares americanos en algunas operaciones. Esto no es poca cosa, y aquí es donde empiezan los problemas.
Las plataformas de pago más populares en Bolivia no están diseñadas para manejar estas sumas. Sí, es cierto que algunas permiten montos más altos, pero hay un problema clave: no te proporciona el mensaje Swift, que es un sistema de mensajería esencial para que las instituciones financieras tradicionales puedan comunicarse de forma segura y eficiente en transferencias de fondos.
La trampa en el pago
El Gobierno, en un intento por “facilitar” las cosas, ahora permite presentar solo la boleta de pago y/o el recibo de la transacción. Pero esto aplica sobre todo a pagos hechos por terceros en el exterior (es decir, por cuentas que no son de la empresa). En la práctica, sigue siendo un proceso enredado, lleno de requisitos y con varias zonas grises.
Aquí está la trampa: “La Aduana Nacional evaluará los documentos presentados y, de corresponder, aceptará el valor declarado”.
En otras palabras, pueden decidir si creen o no en los números que les presentas. De hecho, varias empresas han tenido problemas porque, con los documentos entregados, no lograron demostrar el precio real de sus mercancías importadas. ¿El resultado? La Aduana reajustó el valor y les tocó pagar más impuestos.
Por ahora, y desde cualquier ángulo, el comprobante Swift sigue siendo la mejor forma de prueba de pago.
Si usaste una de estas plataformas de pago en lugar de un banco tradicional, prepárate. La Aduana es burocrática por naturaleza y, si hay un hueco legal, cuando te toque canal amarillo o rojo (lo que sucede más a menudo de lo que debería) podría haber alguien a la vuelta de la esquina esperando un “incentivo” para “agilizar” las cosas.
Por eso, la mejor forma de evitar problemas es simple: paga con un banco de verdad.
El dilema: ¿dónde abrir una
cuenta corriente?
Hasta hace poco, podías viajar a EEUU, abrir una cuenta en un banco tradicional y manejar tus pagos sin problemas. Pero con la nueva administración americana, eso ya no es tan fácil. Ahora, si quieres una cuenta bancaria en EEUU para tu empresa, necesitas abrir una LLC (Limited Liability Company).
Y ahí entra otro problema: doble tributación, más costos, más regulaciones… en resumen, más líos. Entonces, la gran pregunta es: ¿dónde abrir una cuenta para pagar sin problemas y sin morir en el intento?
Si EEUU ya no es una opción sencilla, hay que mirar hacia otros destinos más amigables para los negocios. Aquí es donde entran en juego los famosos paraísos fiscales, países con normativas bancarias diseñadas para facilitar transacciones internacionales sin una carga impositiva excesiva, por ejemplo: si buscas no tener la barrera idiomática, Panamá es, sin duda alguna, una de las mejores opciones.
¿Y los dólares?, ¿de dónde los sacamos?
Aquí llegamos al elefante blanco: El mercado oficial está lleno de restricciones, y el dólar paralelo es la única opción viable.
En este punto, el exchange Binance se ha convertido en la salvación de muchos importadores. Pero, no hablamos del mercado minorista, sino de las puntas privadas (negociaciones directas entre partes), donde puedes comprar grandes cantidades de dólares ($200.000 o más) con un tipo de cambio más realista.
La mejor estrategia: no ahorrar en
lo que puede costar caro
1. Conseguir dólares digitales en el mercado paralelo con contactos confiables.
2. Apostar por una legislación robusta dentro de un paraíso fiscal.
3. Usar bancos reales con mucha experiencia.
En Bolivia, “importar no es para los débiles”. Es un arte, una batalla y, sobre todo, un juego donde solo ganan los que conocen las reglas y tienen las armas adecuadas.