No obstante que cada cierto tiempo se informa desde el gobierno de turno sobre operaciones de las fuerzas del orden para luchar contra el narcotráfico, este mal sigue campante en nuestro país. Se anuncia decomisos de grandes cantidades de cocaína, principalmente, así como acerca del desmantelamiento de fábricas para procesar drogas e inclusive la inversión de partidas económicas para intensificar la erradicación de cocales excedentarios en varias regiones, pero dicha actividad ilegal, de nefastas consecuencias para la población, continúa sin freno.
Sin duda, desde hace casi 20 años, cuando el MAS asume el gobierno nacional, a la cabeza de un caudillo cocalero, no se ha hecho lo suficiente para reducir la cantidad de la hoja excedentaria que, en gran parte, sirve para la fabricación de cocaína. Particularmente la que es producida en el Chapare, pues esa coca no es apta para la masticación tradicional.
Al respecto, recientemente la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) ha hecho conocer que, en comparación con el año 2022, en 2023 aumentó un 6% la cantidad de cocales en el trópico cochabambino, que en los Yungas de La Paz hubo un 2% de aumento y en el norte de La Paz subió un 20%. Y es motivo de preocupación externa la subida del 34% de las plantaciones de coca en las áreas protegidas de Bolivia.
Como se advierte, el crecimiento de la cantidad de cultivos de coca en zonas tradicionales y en otras invadidas en los últimos años y hasta en parques nacionales es permanente, a pesar de que implica varios problemas, como la expansión del narcotráfico, que conlleva deterioro ambiental, aparición de numerosas pistas clandestinas de aterrizaje, particularmente en el oriente, las ejecuciones de involucrados en tráfico de drogas, inclusive de policías, organización de grupos armados para proteger zonas donde se fabrica droga, aumento de la cantidad de comercializadores y consumidores, entre muchos otros.
A pesar de que el aumento constante de las plantaciones de coca excedentaria y la intensificación del narcotráfico son problemas muy graves y que requieren medidas eficaces, los gobiernos del MAS no han mostrado voluntad para actuar en consecuencia. Es más, se han mostrado complacientes con tales actividades cuestionadas y por ello Bolivia, según la opinión pública, ha pasado de ser un país productor de coca tradicional, o de tránsito de cocaína a uno que exporta droga.
Y que las plantaciones de la hoja aparezcan en las reservas naturales significa que los gobiernos masistas no tienen verdadero interés en proteger esas zonas tan valiosas. Esa pasividad gubernamental es un factor que permite la expansión tanto de la coca excedentaria como del narcotráfico, actividad que empaña la imagen de nuestro país. En consecuencia, soluciones para tales problemas solo vendrán con un nuevo gobierno.