Por un tiempo más, la guerra entre Rusia y Ucrania, a raíz de la invasión del primero al segundo, dará mucho de qué escribir, como lo hizo en pasados días Anne Applebaum, en la publicación internacional The Atlantic. Ella señala que Ucrania, lejos de ser la víctima que muchos imaginaban, se ha convertido en un desafío vivo, y significa “tres años de humillación para Putin”. Rememora: “el 24 de febrero de 2022, el mundo despertó al rugido de la guerra. En la pantalla, las imágenes de explosiones y tanques rusos avanzando hacia Ucrania eran el prólogo de una historia que muchos, incluso los más optimistas, veían como inevitable: el colapso inminente de un pequeño país ante el poderío militar de Rusia. Sin embargo, tres años después, el panorama es otro. Ucrania, lejos de sucumbir, ha demostrado una resistencia formidable, y Vladimir Putin, el artífice de la invasión, se enfrenta ahora a una realidad mucho más humillante de lo que jamás habría imaginado”.
Applebaum, señala algo crucial: “Putin no solo se enfrenta a un ejército ucraniano que lucha con valentía, sino a un pueblo entero que se ha levantado, no solo con las armas, sino con un compromiso que desafía las expectativas”. En su visión, el verdadero poder de Ucrania radica en la unidad de su gente, que no solo ha defendido su tierra, sino que ha creado una estructura de resistencia que trasciende las fronteras del conflicto bélico. Zelensky, al que Donald Trump descalificaba, afirmando que “no tiene cartas”, representa precisamente esa fuerza invisible que no se mide en dinero ni en poder militar. Trump criticaba la situación de Zelensky, pero también revelaba, sin querer, la verdadera naturaleza del conflicto: El mandatario de EEUU, con su visión reduccionista, veía a Ucrania solo a través de la lógica del dinero y el poder duro, como si los únicos “jugadores” fueran los que pudieran mover piezas en un tablero de ajedrez mundial gobernado por intereses económicos. Applebaum, recuerda: “Cuando llegué a Kiev semanas después del inicio de la invasión, vi algo completamente inesperado: un pueblo que no se rendía, sino que se reorganizaba. Los soldados, las periodistas, las cocineras… todos estaban luchando, no solo con las armas, sino también con el coraje de quienes no aceptan la derrota”.
Dice mucho más sobre el conflicto, pero su conclusión es clara: “Ucrania debe seguir resistiendo y el mundo no debe dejarse engañar por la desinformación y la fatiga. No puede permitirse la rendición ni la traición. Tres años después, el conflicto sigue siendo el mismo, y Putin aún busca destruir la soberanía ucraniana y minar el orden internacional que ha mantenido la paz en Europa durante más de ocho décadas. Así, tres años después, las cartas no están en las manos de los que tienen dinero o poder militar. Las cartas están en las manos de quienes, con un coraje inquebrantable, siguen luchando por lo que creen. Ucrania, lejos de ser la víctima que muchos imaginaban, se ha convertido en un desafío vivo para Putin y para todos los que aún apuestan por la estabilidad y la paz en Europa. Y es una guerra que no ha terminado”.
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