A partir del fin de la última semana de febrero, han arrancado los carnavales en el país, con gran entusiasmo por los celebrantes de esta fiesta de origen pagano, pero insertada en el calendario religioso del cristianismo-católico. Precisamente el término Carnaval viene del latín carnelevaritu, que dio el fonema de carnelevale, que eran tres días destinados a celebrar en las calles una fiesta popular, con máscaras, disfraces, cantos, bailes y otras maneras de regocijo del “populi”, las más de las veces con exagerado desenfreno, como las “bacanales” griegas, las lupercales y saturnales en Roma, donde fueron incorporadas al calendario popular, como tiempo de regocijo, y por algunos pueblos antiguos, como la recolección del muérdago entre los galos, en Egipto las fiestas destinadas al buey Apis e Isis. En la Edad media estas fiestas resurgieron, en especial en Italia como “carnevale”, con una nota menos licenciosa, pero popular, hasta llegar al famoso Carnaval de Venecia, en el que participaban los nobles.
Al adoptar la religión cristiana como la oficial del imperio romano en 312 D.C., la iglesia en su transcurso incorporó la fiesta del Carnaval de tres días, al calendario de fiestas que preceden al Miércoles de Ceniza en el período de la Cuaresma, que ha de concluir en el domingo de Pascua de la Semana Santa de la Iglesia Católica Cristiana. La fiesta del carnaval se ha extendido por buena parte del mundo occidental cristiano y al mundo, de tal manera que en muchos países europeos se festeja esta fiesta, en especial en Italia (Venecia, Florencia, Turín Niza), París, especialmente luego de la Revolución Francesa. A América Latina llegó con la colonia hispano-portuguesa, y es hoy de carácter espectacular en Rio de Janeiro. En América del Norte, en Nueva Orleans, seguramente por influencia francesa.
En nuestro país el Carnaval fue traído por los españoles y se ha quedado como parte de nuestra cultura mestiza, muy arraigada en ciertas regiones, como Santa Cruz y Oruro, donde esta fiesta es parte importante de su cultura, y mueve elevadas sumas de dinero. En el área rural, los campesinos beben y bailan durante varios días, haciendo gala de su folklore y costumbres. Se han añadido a la tradición de fiestas carnavaleras, algunas costumbres de Tarija, con las fiestas de comadres y compadres, previas al carnaval mismo.
Por extensión idiomática, se suele llamar a conductas poco serias, informales, de charranadas, etc., de conductas carnavalescas. Se ha extendido a calificar así, a políticas de gobiernos, basadas en el engaño, las imposturas, zalagardas, en general a toda conducta desprovista de seriedad. De ahí que a muchos momentos de nuestra historia se los ha calificado de haber estado en un Carnaval, sin un rumbo cierto, donde lo único importante era mantener el poder y sus disfrutes, haciendo bailar al pueblo.
La experiencia histórica del Carnaval constante en muchos gobiernos, es una de las causas de la situación de pobreza y atraso de nuestra sociedad, que pese a condiciones excelentes para salir del atraso, como las que se dieron hace dos décadas, algún gobierno optó por pintar el futuro como de la Suiza americana, debido al extraordinario momento histórico de una elevada subida de los precios de las materias primas que exportamos. Pero esos recursos no fueron bien administrados y enfocados a invertir en educación, salud, saneamiento e impulso al emprendimiento de los ciudadanos, y pasado ese tiempo de “vacas gordas”, ahora vivimos en un nuevo episodio del carnaval que nos consume.
Los miles de jóvenes que con gran entusiasmo ensayan sus bailes, se disfrazan, gastan dinero y concurren a las entradas del Carnaval, aportan a la fiesta de “carnestolendas” o fiesta de las carnes, enriqueciendo el folklore, que es parte de nuestra cultura. Pero ojalá ese entusiasmo les contagie un interés por los problemas del país, su situación y futuro, participando en las actividades que hacen a la política del Estado, para salir del “carnaval” político y entrar a un tiempo de “cuaresma” política, en la que se reflexione sobre la patria y su futuro.
El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.