“Abunda el hombre malo del campo y de la aldea, capaz de insanos vicios y crímenes bestiales…”.
Antonio Machado
En los faldeos cordilleranos sobresale la paja brava, díscola de usanza se opone a fenecer, en los indómitos bofedales todavía abreva la alpaca, efigie de angustia que debe trascender.
Desierto de atestiguantes convertidos en cardones, la sangre derramada los hizo florecer; vizcachas y chinchillas siendo víctimas de invasores, en mares de arena tuvieron que nacer.
Tunupa yace en el seno de un volcán, carente de fuerza sueña con liberar su ira contenida, truenos y rayos de un envejecido titán, dejaron sin resguardo a virginales vertientes de vida.
Las aguas subterráneas amenazadas, se ocultan de la ponzoñosa bestia de mirada perdida; del hombre codicioso que arranca alas, quita pieles, quema campos, tala árboles sin medida.
Los gigantes mancillados pierden sus capas de hielo, anegando en llanto a sus pobladores, los cultivos se echan a perder en un mortecino suelo, marchitado por la injuria de impostores.
Ayer fue el salitre, hoy es el litio, mañana será el agua, y toda la belleza que sustenta el alma. Un gran espíritu leco, perece a orillas del Hondo, los lamentos no hacen eco, y la naturaleza sufre de abandono.
Las rocas plutónicas se dejan ver presagiando el final, de una era de majestuosos cóndores, solemnes nevados, y profetas de sabiduría ancestral; cediendo paso a vanas lamentaciones.
Apolobamba dejó de almacenar aire puro en sus pulmones, ahora respira miasma de impío, ya no es más aquel paraíso de arbustos y pastizales, lo convirtieron en terreno baldío.
Apolobamba dejó de saciar su sed con veneros de dioses, ahora bebe lavaza de mercurio, al borde de los torrentes caen aves, mueren peces; como evidencia de mal augurio.
Dejaron de cantar las remolineras, los jucumaris no encuentran alimento; se extinguen, por culpa de concesiones mineras, y marionetas que en pasarelas de moda se exhiben.
Priorizan los edificios y las aceras, sobre la calma de los riachuelos que languidecen, prefieren hoteles de cinco estrellas, a sanar su espíritu en bosques que desaparecen.
Ayer fue el cobre, hoy es el oro, mañana será el agua, y toda la belleza que sustenta el alma. Un gran espíritu leco, perece a orillas del Hondo, los lamentos no hacen eco, y la naturaleza sufre de abandono.
El autor es Comunicador, poeta, artista.