El COVID 19 trajo a Bolivia provocó mucho luto en familias bolivianas; pero también obligó a implementar nuevas maneras de trabajar y estudiar usando la tecnología. La escasez de gasolina y diésel es ahora un “COVID energético” que puede llevar al país a la paralización de la economía, si no se buscan y ponen en práctica alternativas creativas y cambio de la dirección del timón.
Cada día que pasa, existen menos dólares para comprar gasolina y diésel, lo que profundiza la crisis energética que vive el país, la cual inicialmente quiso ser negada; pero que fue contundentemente desmentida por las largas filas que se contempla en la cotidianidad de los surtidores de todo el país.
Sin embargo, el parque automotor legal e ilegal crece y esto agudiza más la crisis energética y hace más difícil la subvención de la gasolina y el diésel que beneficia tanto a vehículos privados como a motorizados que brindan el servicio de transporte público.
En la presente edición de eco$com, el tema central es la electromovilidad en el transporte público, pues éste fue postergado por mucho tiempo ya no puede esperar. El problema no es sólo las tarifas que cobran los transportistas, sino la posibilidad de mantener un servicio con la poca energía que nos queda.
En Europa y algunos países vecinos la electromovilidad se desarrolla aceleradamente porque además es menos nociva para el medio ambiente; la tecnología de China cada día va abaratando costos y también el rendimiento de las baterías de litio, aluminio y hasta sodio.
Cabe hacer notar que las baterías de litio son las más populares por el momento y que Bolivia tiene durmiendo el mayor yacimiento del mundo de ese mineral que permite el almacenamiento de energía en celdas, pero que no es energía en sí, pues el origen de ésta es el gas natural, los combustibles líquidos, el viento, el agua e incluso el calor de las profundidades de la tierra.
¿Por qué la electromovilidad? porque es menos contaminante y los motores eléctricos son más eficientes que los que funcionan con gasolina y diésel; sin embargo, actualmente el gran freno es el costo de los coches eléctricos que prácticamente duplican el valor de sus semejantes que funcionan con combustibles fósiles.
En ese contexto, deben ingresar el Estado como promotor de la electromovilidad facilitando el acceso de esa tecnología, principalmente en el transporte público, a través de incentivos legales y económicos a los usuarios y el apoyo crediticio para adquirir los vehículos eléctricos.
El martes de ch’alla, el municipio de Cochabamba dio un fundamental paso con la presentación del primer bus eléctrico para el transporte público. Esta iniciativa debe ser imitada y perfeccionada por los demás municipios de Bolivia y también deben abrir los ojos a los sindicados de transporte porque la gasolina y el diésel ya se acaban, e incluso aunque se levante la subvención serán escasos porque no hay dólares para comprarlos.
No se debe olvidar la instalación de más electrolineras para recargar a los motorizados, política que debe ser profundizada por la Empresa Nacional de Electricidad de Bolivia, pues la electromovilidad es integral e involucra también la formación de profesionales para este nuevo rubro.
En un futuro cercano, los mecánicos tradicionales deberán especializarse en coches eléctricos y los centros de formación deberán ajustar sus currículas hacia las nuevas demandas de la población como es el caso de la Universidad Privada Boliviana que incentiva al diseño de coches eléctricos que participan en competencias nacionales.
Una última buena noticia, la empresa Quantum Motors está en posibilidad de ensamblar en Bolivia los buses eléctricos. Todo depende de la voluntad política de los gobernantes y de los transportistas, ya no podemos esperar la paralización con los brazos cruzados.