El país está inmerso en un proceso electoral que concita la atención de la comunidad internacional. En un año consagrado a celebrar el Bicentenario de fundación de la República de Bolivia. Al margen de ello, en un mundo de chimentos en torno a denuncias y acusaciones que recayeron sobre algunos protagonistas políticos que suponen ser presidenciables. Aspectos que no fueron esclarecidos ante la historia, debido a ciertos intereses particulares. Muchos de los componentes de la desacreditada clase política creen no haber “matado ni una mosca”. Juran que son honestos, transparentes e incuestionables. Vaya uno a saber.
El chimento tuvo amplia acogida, en dictadura y democracia. Pero más en épocas electorales, cuando pugnan diversas tendencias ideológicas. Cuando concurren actores políticos honestos y deshonestos, competentes e incompetentes. Permite, en consecuencia, “sacar trapitos al sol” de quienes han vivido y medrado de la política. Recuerdan el pasado de esa gente que posiblemente incurrió en despropósitos durante determinada gestión local o nacional. “Hilar fino” fue la condición para cuestionar y que no tengan opción alguna en el futuro. Se trata de descalificar su actividad política y bloquear sus aspiraciones de seguir vigentes.
El chimento siempre ha despertado curiosidad. Existen expertos en ese “arte”, que llegaron con sus inquietudes hasta las altas esferas de la administración pública. De algo tenían que vivir. Y el chimento se introdujo por en la cocina, la sacristía, el hemiciclo parlamentario y posiblemente en el gabinete ministerial. De ello están persuadidos propios y extraños.
La población ha escuchado atónita las acusaciones y denuncias que intercambiaron algunos actores políticos en un año electoral. De la izquierda a la derecha o viceversa. Pero tales hechos se han reducido a simples chimentos, porque su esclarecimiento no ha trascendido más allá de los dichos. No ha avanzado como anhela la ciudadanía. Los intereses particulares jamás lo permitirán. “Entre bueyes no hay cornadas”, dijeron algunos. Simplemente esas actitudes enriquecerán el anecdotario político del 2025. Son, además, meras tentativas de confrontación, para confundir a la ciudadanía, agobiada por la adversa coyuntura. Son posturas que los políticos asumen para encubrir sus falencias. Para tender cortinas de humo, con el propósito de lograr algún objetivo en disputa. Para tapar los actos reñidos con la moral política que protagonizaron en el pasado. En ese contexto, son los más interesados en practicar chimento. Es que muchos de ellos, sin mencionar nombres, ni siglas políticas, tienen un pasado nefasto que pudiera complicar sus pretensiones de repunte electoral, en una época de incertidumbre por la crisis económica. De ahí que los políticos siempre han recurrido al chimento, con el afán de cuidar sus apetitos personales, en democracia.
En suma: el chimento, tan difundido en todo tiempo, continuará matizando el proceso electoral, que culminará en agosto venidero.
Chimento en época electoral
Severo Cruz Selaez
- Advertisment -