El café que se produce en Bolivia fue traído de Europa por los españoles cuando fue descubierta América. Desde entonces su cultivo fue introducido en los yungas y regiones orientales del país y sirvió ampliamente para abastecer a la población, en especial en la época republicana, cuando, inclusive, era exportado, produciendo divisas y dólares para el Estado.
Debido a medidas económicas y políticas, la producción de ese grano también estaba siendo industrializado en el país y su producción tendía a subir con nuevos campos de cultivo, en especial cuando los campesinos recibieron en 1953 el derecho absoluto de propiedad, lo cual con la venta de su propia producción les permitía enriquecerse y mejorar su nivel de vida.
Por otro lado, los campesinos de zonas tropicales, dejaron de producir coca, inclusive de consumirla. Para mayor beneficio, la producción del grano de oro fue subiendo y el producto nacional fue considerado como el más sabroso en concursos internacionales. Este último aspecto hizo subir el consumo del café boliviano y, por ende, la producción cafetalera alcanzó niveles récord.
Entonces se produjo el momento fatal. En el año 2006 el país quedó por primera vez bajo el mando de Evo Morales, que decía representar a los campesinos e indígenas en el gobierno, pero lo primero que hizo fue volverse enemigo de sus congéneres, por una moral racista y discriminatoria, contra sus “hermanos”.
Efectivamente, les quitó todos los derechos de propiedad sobre la tierra y, por tanto, los condenó a quedar sin tierra y abandonar la producción, no sólo de café, sino de toda clase de alimentos. Como efecto de ese estado político de cosas, la producción cafetalera fue la principal víctima y su cultivo se derrumbó a niveles alarmantes, en comparación, por ejemplo, con la producción de kilos exportables en el año 1977. Esa conducta en contra de los campesinos tiene agravantes y entre ellos está haber destruido los cultivos de café, para reemplazarlos por cultivos de coca, problema que solo podrá resolverse liberando la tierra, así como al hombre.
Al respecto, no obstante que la cantidad actual de las plantaciones de coca no corresponde a la que es necesaria para el consumo tradicional, desde hace casi 20 años, poco han hecho los gobiernos de turno para erradicar la hoja excedentaria que, es indudable, en gran parte sirve para la fabricación de cocaína. Particularmente la que es producida en el Chapare, pues no es apta para la masticación.
En ese sentido, cabe recordar que, en 2017, durante el gobierno de Evo Morales, fue cambiada la Ley General de la Hoja de coca, para dar curso a la ampliación de 12 a 22 mil hectáreas de cultivos. En el año 2023 la cantidad pasó de las 30 mil hectáreas. Por otra parte, cultivos de coca aparecen en otras regiones, hasta en parques nacionales.