Investigadores brasileños aplicaron un abordaje innovador y analizaron datos de una gran muestra con habitantes de cuatro capitales de estados de distintas regiones del país, en el marco de un estudio que aporta al diseño de estrategias preventivas contra este tipo de tumores.
El azúcar que se le agrega a los alimentos puede erigirse como el “villano” cuando se trata de la relación entre el cáncer de estómago y la alimentación no sana, mientras que la sal eleva el riesgo de padecer tumores entre las personas cuyos hábitos se consideran sanos. Esto es lo que muestra una investigación realizada en Brasil y publicada en la revista científica BMC Medicine.
El referido estudio consideró como patrón alimentario no sano (PANS) a aquel que incluye un alto consumo de carnes procesadas, bebidas gasificadas ricas en azúcares y fast-food. Por otro lado, el patrón sano (PAS) quedó caracterizado por una alta ingesta de vegetales y frutas y un bajo nivel de sodio.
Los científicos arribaron a la conclusión de que el PANS está asociado a un aumento de las probabilidades de desarrollar cáncer gástrico, con los azúcares agregados a los alimentos –introducidos durante su procesamiento para endulzarlos– aportando entre un 7 % y 21 % en esa relación. En tanto, el consumo de sodio constituye como el principal factor mediador en la asociación entre el patrón sano y el riesgo de padecer adenocarcinoma gástrico. Para los ácidos grasos saturados y las fibras no se hallaron efectos mediadores.
Mediante la aplicación de un abordaje innovador, en el trabajo se analizaron los datos de una gran muestra con personas de cuatro capitales de estados de distintas regiones brasileñas. El mismo abarcó a 1.751 participantes entre pacientes y el grupo de control, provenientes de Sao Paulo, Goiania, Fortaleza y Belém; esta última ciudad es la que presentó los mayores índices de la enfermedad.
El adenocarcinoma gástrico es un tumor maligno que se desarrolla en la capa más interna (mucosa) del estómago, y responde por más del 90 % de los casos de este tipo. El cáncer de estómago es el sexto más común en Brasil, con una estimación de 21.000 nuevos registros en el trienio 2023-2025, de acuerdo con el Instituto Nacional del Cáncer (Inca). Y muestra también un alto riesgo de decesos: los pacientes mueren en un 75 % de los casos al cabo de cinco años.
En la investigación (multicéntrica de casos-control), los patrones de consumo se identificaron mediante un análisis factorial exploratorio (una técnica estadística con la cual se detectan patrones y relaciones subyacentes en un conjunto de variables), que comprendió la aplicación en cada región del país de un cuestionario adaptado de frecuencia alimentaria, con 130 apartados. Para descomponer los efectos directos e indirectos de estos patrones en el riesgo de padecer cáncer gástrico, los investigadores efectuaron un análisis de mediación.
El planteo convencional en la literatura científica que aborda la relación entre la dieta y el cáncer ha venido enfocándose en los alimentos o los nutrientes individualmente, dejando de lado una perspectiva más amplia de los patrones alimentarios, tal como se la adoptó en este estudio.
“Cada región y cada cultura de Brasil expresan una conducta. Los hábitos alimentarios de los habitantes de Belém no son los mismos que los de Goiania o los de Sao Paulo, pero pueden desembocar en la misma enfermedad. Resolvimos aplicar casos-controles, es decir que por cada paciente buscamos a otro individuo sin la enfermedad en la misma zona. Introdujimos también un grupo que se sometió a endoscopías y no tenía cáncer. Esto fue lento, pero obtuvimos un importante resultado que contribuye para dilucidar los mecanismos implicados en el cáncer gástrico desde una perspectiva epidemiológica, con repercusiones para la salud pública”, le dice a Agencia FAPESP la oncóloga María Paula Curado, jefa del Grupo de Epidemiología y Estadística en Cáncer del Centro Internacional de Investigaciones del A.C. Camargo Cancer Center.
Curado es autora corresponsal y directora de tesis del autor principal del artículo –el doctorando en oncología y nutricionista Alex Richard Costa Silva–, y contó con el apoyo de la FAPESP en el marco del Proyecto Temático intitulado “Epidemiología y genómica de adenocarcinomas gástricos en Brasil”. La investigación contó también con la colaboración internacional del investigador Gianfranco Alicandro, docente de la Universidad de Milán (Italia).
“Este estudio forma parte de mi tesis doctoral y contribuye con nuevas perspectivas sobre la relación entre la alimentación y los adenocarcinomas gástricos. Remarcamos que el rol de los azúcares agregados aún es poco explorado en la literatura sobre la alimentación y el cáncer gástrico, lo que aporta nuevos insights para la concreción de futuras investigaciones”, añade Costa Silva.
La relación
El sodio es un factor de riesgo que influye directamente sobre la carcinogénesis. Su ingesta excesiva tiene efectos perjudiciales en la mucosa gástrica, lo que redunda en inflamación e interacciones con la colonización por Helicobacter pylori, una bacteria común en el estómago, pero que puede provocar gastritis, por ejemplo. El aumento de la ingestión de sodio puede inducir gastritis atrófica y metaplasia, complicaciones derivadas de la irritación crónica de la mucosa gástrica, que lleva al cáncer.
En el marco de una encuesta alimentaria nacional realizada recientemente, se estimó que alrededor de un 60 % de la población adulta brasileña excede los límites recomendados de sodio, fundamentalmente mediante el consumo de pan blanco, tostadas, frijoles, arroz y carne vacuna. Productos etiquetados como “integrales”, entre ellos los cereales matinales, panes y galletas, también pueden contener altos tenores de sodio.
“Le falta información a la población sobre los alimentos. No es por hacer terrorismo, sino que se trata de popularizar el tema explicando más al respecto de las dietas, enseñándoles a los agentes sanitarios, hablando de ello en los centros de atención. Es necesario crear una filosofía de educar, informar y respetar la cultura de cada región. De nada sirve decirle a una persona que come asado todos los días que no podrá más comerlo porque se va a morir de cáncer. No es así la cosa. Hay que informarle acerca de los riesgos. Lo que pretendemos es hacer prevención, con el diagnóstico precoz y la enseñanza al respecto de la alimentación sana en forma práctica y adaptada a la realidad”, añade Curado, quien desde 2020 es reconocida en la lista del “2 % de los mejores científicos del mundo”, elaborada por la Universidad Stanford/Elsevier.
En el estudio, los investigadores ponen de relieve que Brasil implementó en el año 2022 una nueva legislación de etiquetado de alimentos para mejorar la comprensión referente a la información nutricional con el objetivo de ayudar a los consumidores a tomar decisiones conscientes.
De acuerdo con las reglas de etiquetado, es obligatoria la colocación del símbolo de la lupa con la indicación de uno o más nutrientes cuando los productos tengan 600 miligramos (mg) o más de sodio por cada 100 gramos de alimento sólido o 15 gramos o más de azúcar agregado cada 100 gramos, por ejemplo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la ingestión de sodio sea inferior a 2 gramos por día, el equivalente a cinco cucharaditas (de café) planas de sal. Los brasileños consumen casi el doble de la recomendación diaria de sodio.
Con relación al azúcar agregado, el consumo máximo debe ser equivalente al 10 % de las calorías diarias. Esto significa que, en una dieta de 2.000 calorías, por ejemplo, este porcentaje representa 50 gramos de azúcar por día o hasta diez cucharadas de té. Un envase de 350 ml de refresco tiene en promedio 38 gramos de azúcar agregado.
Los científicos sugieren en la investigación la implementación de iniciativas y estrategias adicionales de opciones alimentarias más sanas con miras a disminuir la ingestión de sodio y de azúcares agregados para evitar el cáncer gástrico… (Agencia FAPESP).