A los políticos no les conmueve la pobreza extrema de los sectores populares. Ellos tratan de ganar dinero prestando, alquilando o vendiendo siglas al mejor postor. Es que se impone el “carnaval electoral”, que aprovecharan para cambiar su situación económica. Es tiempo de usar mascarillas, asimismo, para ocultar el verdadero rostro ante los votantes. Para distraerlos en sus decisiones de elector. Entre tanto la crisis continuará elevando el costo de vida.
La población boliviana camina, en consecuencia, con cacerolas vacías, porque ha perdido su poder adquisitivo. Los sueldos y salarios ya no cubren las necesidades más elementales de los trabajadores. Los comerciantes informales comen solo si venden. Hay más vendedores que compradores en las calles. La gente ahora ya no compra cosas como antes. Prefiere adquirir artículos de consumo, cuyos precios siempre tienden a subir. Si antes compraba un kilo de carne de res, ahora solo compra medio kilo. Tampoco conviene tener animalitos, porque es otro presupuesto. La situación económica se ha deteriorado de manera increíble. La gente ya no tiene la capacidad económica de antaño. En las dictaduras tenía inclusive la posibilidad de llenar la canasta familiar, pero no tenía la opción de pensar y expresarse libremente. Y en la democracia actual, todo resulta al revés.
Los políticos, sin mencionar colores ni tendencias ideológicas, lejos de sugerir o proponer soluciones serias, ante esa coyuntura tan complicada, se enfrascan en la pugna electoral. Desesperados por medrar con recursos fiscales. Parece que no les interesara esa realidad, sino satisfacer apetitos personales. Y como siempre. mediante la toma del Poder, en democracia. Pero se requiere, básicamente, atender los requerimientos más urgentes de la ciudadanía, relacionados con el abaratamiento de la canasta familiar, creación de fuentes de empleo, accesibilidad a salud pública, sueldos y salarios que cubran el costo de vida. En síntesis: los políticos no desean despojarse de sus prerrogativas ni renunciar a sus jugosos haberes.
Los mercados negros hoy se imponen, a vista y paciencia de las autoridades. Mercado negro del dólar, otro del diésel y la gasolina. Posiblemente haya también mercado negro de algunos alimentos. Negocios que son sumamente rentables. Hay gente que se dedica a esa actividad aprovechando la incertidumbre generada por la crisis económica. Unos negocian con la escasez de la moneda norteamericana y otros se dedican al “contrabando a la inversa”, en desmedro del mercado interno. Sacando fuera de nuestras fronteras la producción nacional. Mientras, las necesidades dentro del país se agudizan. Acá se siente la escasez del dólar, del diésel y de algunos alimentos. Además, subieron los índices de pobreza y extrema pobreza en el campo, las minas y las ciudades. De ahí que las exigencias de mejores días se multiplicaron en el oriente y occidente.
En suma: los políticos deberían reflejar la realidad y no vivir en “el país de las maravillas”.
Población con cacerolas vacías
Severo Cruz Selaez
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