La crisis general a que fue conducido el país desde que fue instaurado el Estado Plurinacional, bajo la conducción del partido Movimiento al Socialismo (MAS), llega a nivel extremo, con funestas consecuencias, como la escasez de combustibles para el servicio del transporte público y sectores productivos, particularmente.
Esa crítica situación se ha ido agravando desde que los precios de las materias primas que exporta el país, cayeron abruptamente y los desgobiernos masistas que se hicieron cargo de las riendas del Estado, a partir de 2016, fracasaron en el manejo económico del país.
No se puede olvidar que, durante el tiempo de bonanza económica que experimentó el país, cuando por la venta de gas y otras materias primas Bolivia recibía enormes cantidades de dólares, el gobierno de Evo Morales se dedicó a derrochar esos recursos económicos, generalmente para favorecer a sus adeptos con obras insulsas y variadas dádivas.
Seguramente entonces ese régimen gubernamental populista pensó que la época de vacas gordas sería eterna, por lo que no adoptó medidas de previsión, como impulsar tareas de exploración para reponer el gas que se vendía sin límites. Hoy, cuando los pozos de gas casi están agotados, surge una crisis económica, política y social que preocupa cada vez más a millones de bolivianos que luchan para sobrevivir por sus propios medios.
Esa situación de crisis a la que ahora llegaron todos los engranajes de la economía y la política del país, principalmente, culminó en un movimiento de descontento en días pasados, al que se suman sectores de la industria, minería, agricultura y otros. Al parecer, tan crítica situación solo tendrá solución parcial, mientras el desastre económico va a continuar. Además, no será posible contener el proceso de agravamiento si continúan en vigencia las erradas políticas del régimen masista que las produjo.
A pesar de con algunas disposiciones superficiales se trata de resolver el problema de la falta de combustible, otros conflictos seguirán profundizándose. Entre ellos se encuentra el problema de los alimentos que está dejando de producir el país desde hace veinte años, asunto que empeoró en últimos meses debido a la sequía, al exceso de lluvias, a la falta de transporte y a la incapacidad gubernamental para resolver esa cuestión.
Una crisis sin precedentes se perfila en el horizonte por la falta de alimentos imprescindibles para la población y que puede derivar en hambruna y epidemias. En forma concreta, la caída de la producción agropecuaria se ha agravado por factores climáticos y, en esa forma, las inundaciones están causando putrefacción de cultivos de papa, oca otros tubérculos y varias clases de alimentos, así como afecta a la ganadería. A eso se suman la falta de transporte desde el campo a las ciudades y la nefasta política agraria del MAS.