En los almanaques que son editados y vendidos, se señala al día 23 de marzo como el “Día del Mar”, en referencia a la costa que tuvo el país, cuando se fundó la República independiente de Bolívar y luego Bolivia en 1825, siguiendo el principio del Derecho Internacional del “uti possidetis juris” que se refiere a que los nuevos Estados tendrán como territorio, el que tenían en el momento de su independencia o creación, Bolivia tenía un territorio 158.000 Km2 sobre el océano Pacífico, desde el río Loa al norte, hasta el río Salado.
Uno de nuestros vecinos, Chile, ubicado como una franja angosta sobre el océano, en la Colonia como Intendencia, tenía su límite al norte en el grado 25. Las riquezas de oro, plata y otras, que se extraían del Alto Perú, se trasladaban a lomo de mula hasta las costas del Pacífico, a puertos naturales de Alto Perú, Arica, Camarones, Iquique, Puerto Arenas, Cobija y Mejillones.
El 28 de diciembre de 1825, el Gral. Bolívar dispuso la creación del Puerto La Mar en la provincia de Cobija sobre el océano Pacífico, en homenaje al militar de ese apellido, que combatió en los ejércitos libertadores. Se designó al Gral. José María Pérez de Urdininea, como gobernador militar del Litoral.
Luego de la derrota militar del Mariscal Andrés de Santa Cruz en Yungay en 1839, los sucesivos gobiernos chilenos, emprendieron una política de avanzar territorialmente sobre la provincia Atacama de Bolivia, pues en 1842 se descubrió una inmensa riqueza de salitre en esa región. El entonces presidente chileno Manuel Bulnes, envió una comisión que recorrió desde Coquimbo hasta Mejillones, estableciendo la existencia de guano y salitre.
En octubre de 1842, el congreso de Chile, emite una ley que declara de propiedad nacional, las guaneras de Coquimbo, del desierto de Atacama y de las islas adyacentes, de tal suerte que desde ese momento se produce una larga controversia con Bolivia, sobre ese territorio. En 1844 Chile crea la provincia de Atacama, integrada por Copiapó, Vallenar y Freirina.
El 10 de agosto de 1866, se fija el paralelo 24 como límite entre Bolivia y Chile, en el gobierno de Melgarejo y la explotación conjunta de guano y salitre entre el paralelo 23 y el 25. De tal manera que Bolivia perdía 1.200 leguas de territorio a favor de Chile. La mayor riqueza estaba en el paralelo 23, que beneficiaba a Chile, éste no contento con este beneficio, siguió su política de apropiarse de todo ese rico territorio.
El 14 de febrero de 1879, sin previa declaratoria de guerra, Chile desembarcó fuerzas militares en el puerto boliviano de Antofagasta, desatándose la Guerra del Pacífico, entre el invasor Chile y Bolivia y Perú, que habían firmado una alianza defensiva en febrero de 1873. La guerra para Bolivia terminó el 4 de abril de 1884, con la firma de un pacto de tregua y en octubre de 1904 con la firma de un tratado de paz y amistad entre Chile y Bolivia, en la que se entregó todo el territorio arrebatado por la fuerza de las armas a Bolivia. Más tarde, en muchas ocasiones, Chile se comprometió a resolver la cuestión de la salida al mar de Bolivia, sin que se haga realidad la solución del problema.
En la mentalidad de las generaciones de bolivianos en el Siglo XX y comienzos del XXI, se estableció que Chile tenía una deuda histórica con Bolivia, por el asunto de la salida al mar, y las relaciones diplomáticas fueron afectadas desde 1961, cuando Chile desvió las aguas del rio Lauca, de su curso natural en territorio boliviano. Luego devino el asunto de las aguas del Silala, que se origina en territorio boliviano y fueron desviadas hacia Chile.
En el gobierno de Evo Morales Ayma, se tomó la desacertada decisión de acudir al Tribunal Internacional de La Haya, máxima instancia jurídica de las Naciones Unidas, para conocer y resolver cuestiones de derecho entre Estados miembros de ese organismo. El resultado no fue favorable al país demandante y lo mismo resultó sobre el Silala.
Estas dos derrotas jurídicas internacionales, en especial la del problema marítimo, nos priva de efectuar cualquier reclamo de derecho, para la reivindicación de nuestra salida al mar, y nos determina en un enclaustramiento dentro del continente, sin salida al mar. Los responsables deberán rendir cuentas en algún momento. Nunca debemos olvidar nuestro derecho de acceso al mar que fue nuestro y deberá volver a serlo.
El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.