martes, marzo 25, 2025
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Buscan a padre desaparecido hace cinco meses en España

Minutos después de la medianoche, cuando las noticias en la televisión confirmaban las primeras muertes por unas inundaciones sin precedentes en España, Saray Ruiz escuchó el timbre y corrió a la puerta. Sus dos hijos, de 5 y 10 años, aparecían custodiados por agentes policiales. El padre de Saray y abuelo de los menores, Francisco, había desaparecido.

«A las seis de la tarde de ese día, mi padre había puesto a los niños en el coche y condujo hacia mi casa, a unos siete minutos, pero la corriente hizo que se chocaran contra una palmera», recuerda Saray.

«Mi padre subió a mis dos hijos al techo del coche y dos horas después, cuando llegó alguien a ayudarlos, solo encontraron a los niños».

Han pasado casi cinco meses de ese día, 29 de octubre, cuando el fenómeno meteorológico de la Dana azotó la región de Valencia y dejó 225 muertos y centenares de miles de afectados.

Fue uno de los peores desastres naturales que se recuerdan en la historia reciente de España y por el que se está investigando el accionar del gobierno regional, que mandó una alerta «notablemente tardía y errónea» a la población, según el sumario de la jueza que investiga la gestión.

Saray es hoy una de las 3 familias que aún buscan a un desaparecido. Y, a pesar de la dificultad, la conmoción y el enfado respecto a la gestión de las autoridades, no se rinde.

«Seguiremos buscando (…). No tenemos paz porque seguimos sin saber dónde está», señaló la joven de 32 años, mientras camina alrededor de la palmera donde su padre fue visto con vida por última vez, en el pueblo valenciano de Montserrat.

No menciona su nombre, tampoco señala la palabra cuerpo. Mucho menos, cadáver. Será la ley, agregó con la mirada enterrada en el piso, la que pronto lo declarará como fallecido.

UN TESTIGO

Con una fotografía de Francisco en mano, Saray visitó hospitales, centros que recibían a familias sin hogar y comisarías de los poblados más cercanos a Montserrat, recitando de memoria la descripción física impresa en una hoja de papel: ojos azules, tez blanca, barba platina en forma de candado, anteojos de cristales cuadrados, 1 metro y 60 centímetros de altura, complexión delgada, calvo.

Nadie le había visto.

A sus 64 años, Francisco gozaba de la vida como él se la imaginó. En 2019, después de jubilarse tras 20 años al volante de un camión de transporte de contenedores de chatarra, se dedicó al cuidado de su esposa, enferma de osteoporosis, y de sus nietos, a quienes llevaba al parque después de la escuela.

Saray, quien trabaja en una peluquería de Torrente, a unos 15 kilómetros de Montserrat, guarda en su celular una fotografía de aquellas tardes: su padre montado en un triciclo.

Sus nietos le extrañan. De vez en cuando, la pequeña, Ruth, pregunta si su abuelo volverá. Ruth copia las casas y los animales que su abuelo solía dibujar para que ella los colorease. El mayor, Alejandro, es más reservado.

Ninguno de ellos dio muchos detalles sobre lo que ocurrió el 29 de octubre. Contaron que el abuelo Paco, como le llaman en la intimidad, se bajó del techo del auto y nadó en busca de ayuda.

Es ese periodo entre las seis de la tarde y las ocho de la noche el que le roba el sueño a Saray desde hace meses.

Pero apareció otro testigo.

Raúl Gómez Jiménez, rotulista de profesión, estaba en un taller mecánico situado al otro lado de la calle donde el auto de Francisco chocó con la palmera, en un polígono industrial.

«Se acababa de hacer de noche y nos dimos cuenta de una luz en la oscuridad, entonces mi compañero y yo salimos del taller aquí afuera con el agua por la cintura, era una piscina», recuerda Gómez.

«Nos subimos a la valla, intentamos tirarle un cable, pero era imposible», señaló el hombre de 50 años.

Al no poder ayudarle, Gómez Jiménez volvió al interior del taller en busca de otras herramientas, o lo que fuera más útil, para poder lanzarle a Francisco y los niños.

Pero en cuestión de minutos, el nivel del agua había superado sus rodillas.

«Cuando el caudal bajó, mi compañero me señaló «no lo hagas» y lo intenté, pero no podía cruzar por la violencia del agua. Pero, de repente, solo veía a dos personas abrazadas encima del coche, dos niños. Entonces me señale «me falta alguien'».

LA BÚSQUEDA

Desde el paso de la dana, las Fuerzas Armadas desplegaron más de 30.000 militares en 12.500 misiones en las que se utilizaron helicópteros, drones y vehículos todoterreno en la limpieza y la extracción de autos de los cauces de ríos y barrancos.

En enero, la delegada del gobierno central en la Comunidad Valenciana, Pilar Bernabé, señaló que la búsqueda de las tres personas desaparecidas se centraba en los ríos Magro, Júcar y Segura, así como en el mar, porque no se sabe qué distancia recorrieron las personas desaparecidas.

Esos tres ríos se encuentran a una distancia de al menos 15 kilómetros de la calle Obrers en Montserrat, donde Francisco fue visto por última vez por sus nietos.

Sergio Vilar, alcalde de Montserrat, le señaló a BBC Mundo que las Fuerzas Armadas llaman a su oficina rutinariamente para informar que siguen buscando a Francisco:

«Empiezan en el polígono industrial que es donde desapareció Francisco y van hacia el barranco de Logrois camino hacia el sur, al río Magro», explicó Vilar en una llamada telefónica.

La Unidad Militar de Emergencias confirmó que en la búsqueda terrestre se cuenta con guías y equipos cinológicos como los perros especializados. Hacia el 11 de marzo, los equipos de búsqueda rastreaban a Francisco en la localidad de Montroi, alrededor del río Magro.

La esperanza de hallar a Francisco entre los cauces de los alrededores de Montserrat resurgió casi un mes después de la tragedia, cuando el 20 y el 21 de noviembre las autoridades encontraron el zapato izquierdo y la gorra que Francisco vistió la noche del 29 de octubre.

Saray supo inmediatamente que se trataba de las prendas de su padre; eran precisamente las que vestía en la fotografía del triciclo.

«Volví a las comisarías para ver si sabían algo más, lo que fuera, y llamaba cada media hora a confirmar si lo habían encontrado, pero hubo un momento en el que me señalaron que no hacía falta que vaya o llame a preguntar. Que cuando aparezca ya me lo dirían, pero no decían nada y los tres meses se cumplían», recuerda Saray sobre aquel momento.

«Pero no hice caso, fui a los pueblos afectados como voluntaria, ayudaba a la gente pero también les preguntaba si habían visto a mi padre… Me pasé meses buscándolo en los pueblos, volviendo aquí cerca al barranco, con la esperanza de que lo encontraría, pero nada».

«Primero buscas para encontrarlo con vida, agregó, y luego lo buscas para poder enterrarlo».

DECLARACIÓN DE FALLECIMIENTO

Días después de saberse los estragos de la Dana, el gobierno central anunció una serie de decretos para atender las necesidades de las poblaciones en 78 municipios de la región afectada, incluido Monserrat.

Entre ellos, se incluían unas ayudas por fallecimiento de 72.000 euros (más de US$78.000 dólares), que se pueden solicitar a tres meses del suceso.

Como el cuerpo de Francisco no fue hallado, tanto Saray como su hermano y su madre en silla de ruedas comparecieron el 5 de marzo ante el juzgado para declararle como fallecido y solicitar esa ayuda.

Allí, la familia de Saray confirmó su parentesco con Francisco mediante actas de nacimiento y ratificaron los esfuerzos efectuados por hallarle.

Se espera que el juzgado declare a Francisco como fallecido a finales de marzo.

Eso proporcionará un alivio económico a la familia y permitirá que puedan realizar trámites como la pensión de viudedad, pero no frenará la búsqueda, algo crucial para la familia de Saray: «Para mí, no hay nada más importante que encontrarlo y que le pongamos fin a todo esto».(BBC)

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