En tiempos en que las reivindicaciones territoriales siguen siendo temas sensibles, Bolivia no puede quedarse callada. Inspirado en el estilo directo y contundente del presidente Donald Trump, quien no ha dudado en proponer cambios audaces (como rebautizar el Golfo de México por Golfo de América), es hora de que Bolivia levante su voz con firmeza y reclame lo que auténticamente le perteneció: su acceso al mar. Si las grandes empresas tecnológicas digitales pueden adaptarse a cambios geopolíticos impulsados por gobiernos como el de los Estados Unidos, también deberían considerar el reconocimiento de un derecho histórico justo, como el de Bolivia.
La invasión chilena de 1879, que se recuerda cada 14 de febrero, no solo arrebató a Bolivia su Litoral, sino que cercenó su identidad como nación marítima. Hoy, más de un siglo después, el reclamo sigue vigente. Por eso, propongo que las empresas tecnológicas del mundo como Google y Apple Maps, coloquen sobre el espacio geográfico marítimo, donde actualmente se considera chileno y perteneció a Bolivia, el denominativo: ¡Mar Boliviano!
Este denominativo que no es solo una frase, sino un grito de justicia histórica, que refleja la postura firme de un pueblo que no olvida. No se trata de un acto de provocación, sino de un recordatorio al mundo de que Bolivia jamás renunciará a su derecho soberano al mar.
La Corte Internacional de Justicia (CIJ) falló en 2018 que Chile no está obligado a negociar una salida al mar para Bolivia, pero esto no significa que el reclamo boliviano haya perdido validez. El Derecho Internacional no impide que Bolivia siga reivindicando su posición, y el mundo digital ofrece plataformas únicas para viabilizar esta causa.
El Tratado de Paz y Amistad de 1904, entre Chile y Bolivia, que permitió la pérdida del Litoral boliviano tras la Invasión del Pacífico (1879-1884), NO consagra ni sede derechos sobre el mar boliviano, ni contempla de manera explícita la zona costera marítima, centrándose principalmente en la fijación de fronteras terrestres, y aunque menciona paralelos geográficos, éstos no se extienden de manera manifiesta hacia el mar. Tampoco el Tratado está bajo la óptica del nuevo Derecho Internacional Marítimo, que se consagró recién en 1982, a través de la “Convención de Jamaica Sobre el Derecho del Mar” y otras normativas internacionales, que fueron suscritas posteriormente a la entrada en vigor del mismo. Tratado vigente sin modificaciones hasta la actualidad. La comunidad jurídica internacional, se inquietó a partir de 1930 con varias conferencias y convenciones, denominando recién en 1982 la definición de áreas marítimas, estableciendo conceptos como el de Zona Económica Exclusiva (ZEE), “un verdadero mar territorial disfrazado”, una semisoberania nacional, contemplada desde la línea de base costera hasta la anchura máxima de 200 millas, ampliando de esta manera el mar territorial y el mar contiguo. Persiguiendo obtener inclusive influencia, ventajas y dividendos en alta mar y en los fondos marinos.
La voracidad insaciable de los países con amplias costas los llevó a una verdadera orgía de ventajas unilaterales, a través de convenciones, que fueron impulsadas por países costeros como Chile, permitiendo que estos Estados ejerzan control exclusivo sobre la exploración y explotación de recursos naturales, marginando a países sin litoral como Bolivia. Aunque la convención establece la participación de países sin litoral en los excedentes de pesca, esta participación está sujeta a la voluntad unilateral de los Estados costeros, perpetuando una desigualdad que se mantiene latente.
Bolivia no reclama aguas de alta mar, donde todos los países tienen derechos, sino aquellas que formaron parte de su territorio y que fueron arrebatadas mediante una invasión.
Chile puede tener el control actual sobre ese territorio, pero la historia no se borra y mientras Bolivia siga existiendo, su reclamo seguirá vivo. Mientras el Derecho Internacional Marítimo sigue siendo un campo complejo y desigual, el mundo digital nos ofrece la oportunidad para visibilizar este nuestro reclamo permanente. Por ello, debemos todos impulsar esta iniciativa, buscando que las grandes empresas tecnológicas globales reconozcan nuestro derecho histórico y permitan a los usuarios bolivianos ver, en las costas que nos pertenecieron, el mensaje: “Mar Boliviano”.
El autor es Abogado y ex Cónsul de Bolivia en Chile.