¿Cómo pasamos de ser el centro energético de la región, hace menos de 30 años, a tener que importar combustible para atender nuestras necesidades?
Entre 2011 y 2021, el valor total de las ventas nacionales de gas natural alcanzó a casi los 60.000 millones de dólares. Con una cifra tan significativa, los ingresos petroleros generados en los primeros quince años de este siglo debían haber sido destinados a diversificar nuestras exportaciones, compartiendo responsabilidades con el sector privado.
El gobierno del MAS, fiel al modelo económico keynesiano, insistía en que el estímulo a la demanda interna sería suficiente para impulsar el crecimiento económico y generar más empleo. Pero, olvidaron que este modelo, al aumentar el empleo y el consumo, también aumenta la demanda de importaciones.
La escasez de combustible en el país, problema que se está convirtiendo en recurrente, tiene consecuencias para todos los sectores bolivianos, como empresarios, transportistas, importadores y exportadores, comerciantes locales y la población en general.
Podemos imaginar algo, que con seguridad ocurre en la vida de un boliviano promedio: tiene su coche, que se quedó sin combustible, debe ir a su trabajo, pero también debe dejar a su hijo en la escuela; la gasolina de su motorizado apenas le alcanza para llevar al hijo, pero luego debe hacer fila en el surtidor de combustible más cercano. Esta espera es por dos o tres horas, lo que significa que debe faltar al trabajo.
Se ha informado de casos en los que el comprador de combustible tuvo que hacer fila por más de cinco horas, soportando un aguacero persistente o, en su caso, un calor sofocante. En todo caso, los afectados por este problema dijeron a medios de comunicación que la palabra que describe su situación es “impotencia”.
En los momentos más graves de la escasez de carburantes, tanto a fines del año pasado como en estos días, hubo filas de motorizados que superaron ampliamente la media docena de cuadras, reflejando la gravedad del problema, no solo de las familias sino del sector transportista y de los empresarios que necesitan trasladar su mercadería a los centros de consumo, o recibir los insumos que necesitan para seguir trabajando.
La falta de combustible es la consecuencia de una serie de desaciertos en las políticas económicas, como mantener un crónico déficit fiscal, sumar otro año con un déficit comercial que en el año 2024 llegó a los 800 millones de dólares, la suspensión de algunas exportaciones, lo que solo disminuye el ingreso de divisas, que tanto las necesitamos.
Hace más de 10 días, Alejandro Gallardo, ministro de Hidrocarburos y Energías y Armin Dorgathen, presidente de YPFB, admitieron que el país no cuenta con las divisas suficientes para comprar el combustible necesario para atender toda la demanda interna.
“Estamos con volúmenes inferiores a los que tiene nuestro programa de demanda, y obviamente eso nos genera situaciones que no nos permiten cumplir al 100% de abastecimiento (de combustible) en los diferentes sectores”, remarcó Gallardo en declaraciones a la prensa.
Dorgathen expresó hace poco que el problema no es la escasez de combustible, sino la falta de divisas para poder comprar lo que necesitamos. Y, hace casi una década, cuando el país empezó a reducir su producción de gas y, consecuentemente, a bajar sus exportaciones a Brasil y Argentina, el gobierno de entonces no quiso reducir sus gastos, como recomendaron algunos analistas.
Si las exportaciones son perjudicadas, no tendremos liquidez para pagar nuestras deudas, ni para adquirir gasolina. Pese a esta urgencia de que el país exporte más, el gobierno nacional se permite suspender algunas exportaciones, como en el caso de la carne, arriesgando perder el mercado conseguido en China y dejando de percibir divisas.
Solo para comprar el combustible, que sigue subvencionado, el gobierno tuvo que erogar en 2024, casi 3.000 millones de dólares.
El Gobierno no puede esperar más tiempo para tomar decisiones económicas que permitan frenar la caída actual. Debe empezar por cortar las subvenciones, reducir drásticamente el número de empleados públicos y dar las garantías para que llegue el ahorro externo y el inversionista coadyuve a la reactivación de nuestra economía.
Los empresarios remarcamos la necesidad de encarar los problemas económicos con la mayor seriedad posible. Estamos dispuestos a coadyuvar con todo lo necesario, en un marco de seguridad jurídica y trabajo coordinado entre los sectores público y privado.
El autor es economista, Académico de Número de la ABCE y Presidente de la Federación de Empresarios Privados de La Paz (FEPLP).