Bolivia enfrenta actualmente un proceso inflacionario que, sumado a las demandas de incrementos salariales por parte de la Central Obrera Boliviana (COB), puede generar un círculo vicioso de aumento de precios y salarios sin mejoras reales en el poder adquisitivo. El modelo utilizado en el país es de tipo “backward-looking”, lo que significa que los ajustes salariales se realizan en función de la inflación del año anterior. Si bien este mecanismo busca proteger el ingreso de los trabajadores, en un contexto de alta inflación puede resultar contraproducente.
La inflación acumulada de 2024 fue cercana al 10%, lo que ha impulsado pedidos de incrementos salariales superiores a este porcentaje. Sin embargo, este tipo de ajustes puede generar una espiral inflacionaria, debilitando el poder adquisitivo real de los trabajadores y afectando la competitividad de las empresas.
Considere lo siguiente: en 2023 la inflación acumulada fue de 2,12%, y en mayo del 2024 el Gobierno nacional aprobó un incremento salarial retroactivo a enero de ese año de 5,85% al mínimo nacional y de 3% al haber básico, pero la inflación acumulada a mayo de 2024 era de 1,95%, es decir, el salario real para el haber básico solo aumento 1,05% (3%) y para el mínimo nacional 3,9%, para agosto el salario real al haber básico era negativo en 2,19%, para septiembre ambos salarios perdieron en términos reales y, para cierre de gestión, el haber básico perdió prácticamente 7% de poder adquisitivo.
Ante esta situación, vale la pena analizar modelos salariales aplicados en otros países y considerar la posibilidad de un enfoque híbrido o forward-looking. En Argentina, por ejemplo, la política salarial ha evolucionado hacia un modelo flexible, donde los ajustes salariales son negociados mediante “paritarias” entre sindicatos y empresarios. Este esquema, conocido como forward-looking, permite adaptar los incrementos en función de expectativas inflacionarias futuras, evitando rezagos en la actualización del salario y reduciendo la incertidumbre.
Otros países han implementado modelos innovadores. En Brasil, se ha combinado ajustes salariales con medidas de incentivos fiscales para las empresas que aumentan la productividad. En Alemania, el sistema de negociación colectiva ha permitido acuerdos salariales vinculados al desempeño económico de sectores específicos, asegurando estabilidad sin comprometer la competitividad. Mientras tanto, en Reino Unido, los ajustes salariales han sido complementados con subsidios y beneficios sociales para amortiguar el impacto de la inflación.
Bolivia podría considerar una transición hacia un modelo de ajuste salarial más flexible y prospectivo. Un enfoque híbrido podría combinar elementos de forward-looking con criterios de productividad y capacidad fiscal. Algunas herramientas para implementar esta transición incluyen:
1. Negociaciones sectoriales: Ajustes diferenciados según el crecimiento y la productividad de cada sector económico.
2. Ajustes escalonados: Implementación de incrementos salariales en tramos, según la evolución de la inflación real y la capacidad de pago del sector público y privado.
3. Incentivos a la productividad: Bonificaciones ligadas al desempeño y la rentabilidad empresarial, para evitar aumentos salariales sin respaldo productivo.
4. Políticas fiscales complementarias: Reducción de carga tributaria a sectores productivos, a cambio de compromiso con estabilidad salarial y generación de empleo.
5. Índice de corrección salarial: Creación de un mecanismo basado en una combinación de inflación esperada, productividad y desempeño económico sectorial para definir incrementos salariales más equilibrados.
Ahora bien, estás medidas solo pueden ser implementadas si existe credibilidad en el Gobierno, restricción que no cumple el Gobierno de Arce Catacora y posiblemente cualquier candidato populista, que en una miopía pueril azuce al pueblo, a los obreros, cuando en realidad atenta contra ellos.
El desafío de Bolivia no es solo mantener el poder adquisitivo de los trabajadores, sino también garantizar que los ajustes salariales no deriven en un mayor deterioro macroeconómico. Un modelo forward-looking o híbrido podría permitir una mayor estabilidad, previniendo la pérdida del poder adquisitivo real y evitando el riesgo de espiral inflacionaria. La adaptabilidad y el diálogo entre el gobierno, el sector privado y los trabajadores serán claves para construir un sistema salarial más sostenible y equitativo.
El autor es Economista.