Desde su aparición en el escenario político, hace casi ya tres décadas, la figura de Evo Morales ha provocado el interés de toda la prensa nacional y aun de la de muchos medios extranjeros. Los motivos de ese interés eran por demás justificados: un personaje nuevo, relativamente joven y aparentemente con ideales y propuestas nuevas, entraba en la arena política. Las cámaras y los micrófonos debían captar su rostro y sus discursos; los redactores de los periódicos debían escribir crónicas y noticias referidas a sus proyectos y su significado simbólico en la sociedad.
Empero, toda esa irradiación pública de muchos años y esa atención por parte de los medios comenzaron a perder algo de sentido o, si se quiere, de provecho democrático, desde el momento en el que Morales demostró ser un autoritario que no creía en el sistema democrático. El parteaguas definitivo se dio en 2016, cuando, luego de los resultados del referéndum que perdió, intentó hacer que sus jueces interpretaran a su gusto el artículo 168 de la Constitución, que impedía su reelección… logrando su cometido.
¿Por qué los directores de medios, jefes de redacción, cronistas y reporteros que creen en la democracia lo siguen como una sombra y continúan publicando noticias y reportajes referidos a él? ¿No es incoherente creer en la democracia, por un lado y, por otro, dar cobertura a una persona que la quiere destruir? Pero, sobre todo, ¿no es malo para la buena prensa seguir comentando e informando sobre una persona que no dice cosas interesantes, ilustrativas y constructivas? Los medios que creen en la democracia, la practican y no desean verse amedrentados y perseguidos en el futuro, deberían dejar de darle cobertura, lo cual en absoluto no estaría reñido con la inclusión o la pluralidad democrática, ya que un personaje que reiteradas veces demostró no creer en las instituciones ni en la ley, que amenazó a los medios independientes y tiene varias acusaciones de violación a menores, merece cuando menos un ninguneo generalizado por parte de los que creen en la democracia.
Además, se debe mencionar que la inmediatez que fomentan lo digital y las redes sociales hace que los medios y portales digitales de noticias se vean tentados a publicar notas breves con fases por lo común escandalosas o amarillistas, con el objeto de tener más lectores, muchos de los cuales ni siquiera ingresan en la nota para leerla completa, sino que se quedan en el titular sensacionalista. Lamentablemente, varios medios prestigiosos que —enhorabuena— han dado el salto hacia el mundo digital están cayendo en esta forma de hacer periodismo. Los hechos escandalosos y violentos en los que el MAS está envuelto casi de manera cotidiana (peleas callejeras entre bandos de militantes, con lanzamiento de sillas en los congresos masistas o entre diputados oficialistas de las alas “arcista” y “evista” en los pasillos de la Asamblea Legislativa) son material predilecto para este tipo de notas brevísimas, que no aportan a la reflexión crítica o el pensamiento. El periodismo serio debe poner su atención en lo importante, constructivo y reflexivo.
Evo y la prensa que lo cubre
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