martes, abril 1, 2025
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Punto de vista

Sudáfrica bajo fuego: una oportunidad para América Latina en un mundo multipolar

En un momento en el que el tablero geopolítico global atraviesa una reconfiguración acelerada, el reciente enfrentamiento entre la administración Trump y el gobierno de Sudáfrica no solo revela tensiones ideológicas, sino que también abre una ventana estratégica para los países de América Latina. Más allá de las razones que han llevado al presidente estadounidense a atacar políticamente a Sudáfrica, lo cierto es que este país africano se está consolidando como un actor determinante y un defensor de los intereses de los países más vulnerables del Sur Global. Así, América Latina, en lugar de limitar su mirada a los polos tradicionales de poder, haría bien en profundizar su relación con Pretoria como parte de una estrategia integral de desarrollo, paz y comercio sostenible.

 

¿POR QUÉ TRUMP ATACA A SUDÁFRICA?

Desde el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, sus decisiones han estado marcadas por un nacionalismo económico exacerbado, una visión transaccional de la diplomacia y una postura crítica frente a gobiernos que considera contrarios a los intereses geopolíticos de Washington. Sudáfrica no ha escapado de esta lógica.

El punto de quiebre más reciente fue la decisión del gobierno sudafricano de avanzar con una política de expropiación de tierras sin compensación como parte de su programa de reforma agraria, cuyo objetivo es reparar las profundas desigualdades heredadas del apartheid. Si bien esta ley puede percibirse como problemática, lo cierto es que el gobierno sudafricano ha dejado claro que solo se aplicaría en casos específicos, de forma gradual y con múltiples salvaguardas para garantizar los derechos tanto de los terratenientes como de los posteriores receptores de las tierras. Sin embargo, Trump, con su tradicional estilo provocador y basado en una narrativa promovida por medios de extrema derecha como Fox News y grupos nacionalistas blancos, calificó esta medida como un acto de «discriminación racial inversa» y como un atentado contra la propiedad privada, que dio pie a una ofensiva política y económica contra el país africano.

Pero esto no es lo único que molesta a Trump. Sudáfrica ha venido adoptando una postura crítica hacia potencias occidentales en temas clave como el conflicto en Gaza, el papel de la OTAN en Ucrania y la hegemonía del dólar en el comercio global. A esto se suma su demanda contra Israel por genocidio ante la Corte Internacional de Justicia y su protagonismo en los BRICS, grupo del que forma parte junto con Brasil, Rusia, India, China, Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y Emiratos Árabes Unidos, y que ha consolidado una agenda contraria a la unipolaridad que durante décadas encabezó Estados Unidos.

En respuesta, la administración Trump ha suspendido más de 400 millones de dólares en ayudas a Sudáfrica, bloqueado acuerdos comerciales y ofrecido un «camino rápido» a la ciudadanía estadounidense para los agricultores sudafricanos blancos, presentados como víctimas de la nueva ley de reforma agraria, en una jugada tan simbólica como estratégica que busca reforzar su narrativa nacionalista.

 

MÁS ALLÁ DEL CONFLICTO

Sudáfrica no es un país más del África subsahariana. Es la economía más industrializada del continente, miembro del G20, potencia regional y un puente natural entre los intereses del Sur Global y los debates del Norte desarrollado. Además, posee una democracia robusta, aunque imperfecta, instituciones consolidadas y una sociedad civil vibrante que ha sabido enfrentar desafíos complejos como la reconciliación post-apartheid, la corrupción y la desigualdad estructural.

Desde el punto de vista económico, Sudáfrica es un actor con capacidad para impulsar alianzas estratégicas en sectores como minería responsable, energías renovables, agroindustria, educación superior y tecnología. Su participación activa en foros multilaterales como la ONU, la Unión Africana, la SADC y el propio BRICS la convierte en un interlocutor privilegiado para cualquier país que desee diversificar sus alianzas globales.

En resumen, lejos de ser una nación «problemática», Sudáfrica encarna muchas de las aspiraciones de una globalización más equitativa, inclusiva y sustentada en la cooperación Sur-Sur. Y ahí es donde América Latina tiene mucho que ganar.

 

América Latina: entre el pragmatismo y la audacia

Durante décadas, la política exterior de numerosos países latinoamericanos ha estado marcada por un alineamiento con Washington. Y aunque esa alianza ha traído beneficios importantes en materia de seguridad, comercio y cooperación internacional, también ha limitado la capacidad de la región para construir una agenda más autónoma y diversificada. Hoy, cuando Estados Unidos se ve envuelto en una confrontación ideológica y estratégica con un país clave del hemisferio sur, América Latina tiene la oportunidad —y el deber— de repensar sus prioridades.

Establecer una relación más cercana y multidimensional con Sudáfrica no solo serviría para consolidar una autonomía estratégica regional, sino que abriría oportunidades concretas en varias áreas:

 

COMERCIO Y DIVERSIFICACIÓN DE MERCADOS

Sudáfrica representa un mercado potencial de más de 60 millones de personas con una demanda creciente de productos agrícolas, energéticos e industriales. Los países latinoamericanos, con su riqueza en recursos naturales, capacidades agrícolas y un sector terciario en crecimiento, pueden posicionarse como proveedores clave de alimentos, insumos y servicios. Fortalecer esta relación permitiría reducir la excesiva dependencia del comercio con Estados Unidos, Unión Europea o China.

 

TRANSFERENCIA DE CONOCIMIENTO

Sudáfrica ha desarrollado políticas públicas innovadoras en campos como salud pública, educación inclusiva, urbanismo sostenible y gestión de recursos naturales. América Latina podría beneficiarse enormemente de intercambios técnicos y académicos con instituciones sudafricanas, especialmente en temas relacionados con equidad social, minería sostenible y desarrollo rural.

 

SEGURIDAD Y PAZ

Tanto Sudáfrica como varios países latinoamericanos han transitado procesos complejos de reconciliación nacional. El país africano se convirtió en un referente global con su Comisión de la Verdad y su modelo de justicia restaurativa. En contextos latinoamericanos marcados por el conflicto interno, la desigualdad o la violencia estructural, una cooperación bilateral centrada en construcción de paz, memoria y reparación puede generar sinergias valiosas.

 

ALIANZAS EN FOROS

La creciente influencia de Sudáfrica en bloques como los BRICS y su liderazgo en el continente africano pueden abrir nuevas puertas diplomáticas a América Latina en su conjunto. En un mundo multipolar, construir alianzas con países como Sudáfrica permite ampliar la capacidad de incidencia global de la región, sin quedar atrapada en lógicas de bloques o lealtades geopolíticas rígidas.

 

LO QUE ESTÁ EN JUEGO

La crisis entre Trump y Sudáfrica no es un episodio aislado. Es una muestra más de cómo el orden internacional está cambiando aceleradamente. En ese nuevo escenario, los países que logren navegar con flexibilidad y visión estratégica tendrán mayores posibilidades de asegurar su bienestar y estabilidad.

América Latina tiene la posibilidad de leer correctamente el momento histórico, abandonar políticas exteriores excesivamente reactivas y construir una agenda basada en principios de cooperación, equidad y pluralidad. Acercarse a Sudáfrica no significa romper con Estados Unidos, sino sumar nuevas voces y aliados a una conversación global donde el Sur también puede, y debe, jugar un papel de liderazgo.

En tiempos de tensiones globales, la audacia diplomática es un ejemplo valioso de una región que cree en un sistema internacional basado en la paz, el desarrollo y la soberanía. Sudáfrica no es un enemigo a evitar, como pretende Trump, sino un socio estratégico a valorar. Y América Latina, si actúa con inteligencia colectiva, puede encontrar en Pretoria un gran aliado en estos momentos de incertidumbre geopolítica. (Jerónimo Delgado-Caicedo/Latinoamérica21)

Profesor de Estudios Africanos, Sur Global, Gobernanza Global, Agenda Internacional Contemporánea y Cooperación Sur-Sur de la Universidad Externado de Colombia. Doctor en Geografía de la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica.

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