La Paz ha decidido instalar Sistemas de Posicionamiento Global (GPS, por sus siglas en inglés) en alrededor de 25.000 vehículos de transporte público de pasajeros. Parece una información más generada en la sede de Gobierno, pero, en realidad, se trata de un importante paso hacia el tan necesario control en ese servicio.
Sobre la base de lo que vi en las ciudades de los países que visité, afirmo que Bolivia tiene uno de los peores servicios de transporte público del mundo, tanto en las ciudades (urbano) como en el de interciudades o de distancias largas.
Este año tuvimos una dolorosa constatación de eso, cuando los accidentes de tránsito provocaron la muerte de más de 150 personas, en menos de tres meses. Ese dato hubiera motivado una gran movilización en cualquier país, incluyendo la asignación de recursos para aplicar soluciones de emergencia, pero, lamentablemente, esto es Bolivia y aquí la vida humana parece haber perdido valor. Lo que se hizo fue una reunión en Potosí, que es la región más afectada por los accidentes, para admitir que las cosas están mal y ver la manera de solucionarlas. De paso, hubo show por un par de días en la terminal de buses, con control a los buses que partían y eso fue todo. Ahora, las autoridades y los políticos parecen haber olvidado el asunto y están metidos en lo suyo, lo que incluye acciones con miras a las elecciones de agosto.
Mientras, el servicio sigue siendo malo y el peor es el urbano, que es el que utilizamos todos.
Lo que vi en los viajes que mencioné es que el transporte público es manejado por los gobiernos en la mayoría de los países. Existen diversos tipos de transporte: buses, trenes, tranvías, metros subterráneos y metro rieles. También hay teleféricos, pero su uso es mayoritariamente turístico. El mérito del teleférico de La Paz es haberse proyectado como un servicio de transporte masivo y así es como funciona hasta ahora con resultados que son positivos para la mayoría de los usuarios.
Ahora bien, el teleférico es una empresa pública, así que sus costos son cubiertos con recursos fiscales. Lo que se recauda con la venta de pasajes deberían cubrir esos costos y, de preferencia, generar excedentes. Eso es lo que ocurre en otros países: los sueldos de los conductores son cubiertos por el Estado, así que éstos no se preocupan por recoger la mayor cantidad posible de pasajeros, sino por cumplir horarios y recorridos.
Lo que ocurrió en Bolivia es que el Estado decidió librarse del costo del servicio público de pasajeros y liberó el mercado para que éste sea cubierto por privados. Ahora, son esos privados los que ejercen un monopolio no declarado y, cuidando sus intereses particulares, evitan reformas al servicio.
Bolivia tiene uno de los peores servicios de transporte público del mundo y, tomando en cuenta los efectos nocivos de esa realidad, es hora de mejorarlo. Esta es una prioridad que los políticos deberían tomar en cuenta en la hora de elaborar planes de gobierno para las próximas elecciones.
Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.