lunes, abril 28, 2025
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El papel de la educación en la adaptación al cambio climático

Rómulo Yupanqui Guachalla

En los últimos 50 años la protección ambiental ha tenido un desarrollo discontinuo a nivel mundial, tanto como resultado de circunstancias cambiantes y esfuerzos desiguales, como de políticas internacionales que han quedado, las más de las veces, a expensas de los dogmas económicos neoliberales fortalecidos con la globalización. Estas políticas han erosionado numerosos logros alcanzados en las décadas de los años ochenta y noventa del siglo pasado, y con ello se ha difuminado gran parte del peso relativo adquirido por el medio ambiente en los procesos de toma de decisiones y en las prioridades sociales. El cambio climático es el desafío más importante para la humanidad y es muy importante el papel de la educación en la adaptación al cambio climático.

Educar para el cambio climático implica prepararnos para el desastre, para minimizarlo a escala local, global y para adaptarnos a las consecuencias inevitables, mediante decisiones informadas sobre la situación imperante, con predicciones de un futuro complicado e inminente.

Para lograr una transición efectiva hacia la descarbonización y el decrecimiento, es fundamental implementar un enfoque educativo integral que prepare a las personas para enfrentar los desafíos del cambio climático. Esto implica enseñar y aprender a formular planes de contingencia, realizar simulacros de evacuación y ejercicios participativos, utilizar alertas tempranas y mapas de riesgo, así como fomentar la investigación basada en evidencias. Además, es crucial impulsar buenas prácticas de responsabilidad socio-ambiental, cultivar un sentido de autoeficacia y eficacia colectiva en el manejo de la incertidumbre y promover el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico, que prioricen el aprender a preguntar por encima del simplemente responder.

Para alcanzar estos objetivos, se requiere una formación docente de calidad, el desarrollo de currículos integrados que aborden de manera transversal la problemática del cambio climático, la creación de materiales didácticos persuasivos que fomenten la conciencia y la acción, y la utilización de tecnologías ad hoc que faciliten el aprendizaje y la participación activa de los estudiantes.

La eficacia colectiva radica en la firme creencia de que nuestras acciones individuales, sumadas a las de nuestra comunidad y aquellas personas con quienes compartimos valores y modelos sociales alternativos, poseen la capacidad de generar un impacto significativo en la transformación que anhelamos.

En este momento crucial, resulta esencial reflexionar sobre la eficacia colectiva de nuestra labor educativa, con el propósito de fortalecer la capacidad y la disposición de las personas y las comunidades para concretar cambios sustanciales en asuntos de vital importancia, como el cambio climático. Este fenómeno no solo afecta nuestras vidas en el presente, sino que también las impactará de manera creciente en el futuro.

Si se acepta en lo fundamental este escenario, con los matices que se quiera aportar, puede ser necesario repensar el papel de la educación ambiental fuera del aparente confort del desiderátum del desarrollo sustentable que impulsa la Agenda de la ONU como marco político guía para 2030. Frente al horizonte optimista y contradictorio (Meira Cartea, 2015b) de un crecimiento verde que desacople desarrollo y degradación ambiental en una economía que aspira a ser circular, el neorrelato del desarrollo sustentable y de la educación para el desarrollo sustentable, se puede imponer un marco diferente que interpele sobre la posible condición póstuma de la humanidad y la necesidad de reconstruir las relaciones sociedad ambiente desde otros prismas económicos, éticos, sociales, culturales y, consecuentemente, también pedagógicos y de la praxis educativa.

El choque con los límites de lo vivible es ya, para gran parte de la humanidad, fuente de sufrimiento, de incertidumbre, de angustia y de inseguridad. Como afirma Marina Garcés, “Nuestro tiempo ya no es el tiempo de la posmodernidad sino el de la insostenibilidad. Ya no estamos en la condición posmoderna, que había dejado alegremente el futuro atrás, sino en otra experiencia del final, la condición póstuma” (Garcés, 2022: 16).

En este contexto, El papel de la educación en la adaptación al cambio climático debe romper con el mito del crecimiento económico como desarrollo y repensar su papel desde esta “condición póstuma”. Se propone construir una praxis educativa consciente de las causas profundas de la insostenibilidad ambiental y social del modelo de desarrollo hegemónico, para intentar encontrar nuevos horizontes dentro de los límites internos (éticos) y externos (materiales) de la humanidad.

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