viernes, julio 5, 2024
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Cómo actuar ante el divorcio de un matrimonio amigo

Por: Marta de la Fuente, psicóloga

Todos sabemos lo que duele una ruptura, y por eso también nos duele verlo desde el otro lado, cuando le sucede a alguien cercano. Pero, en esta ocasión, queremos centrarnos en una parte del proceso que no suele ser considerada, el entorno de las parejas que se separan, en cómo afecta a las personas cercanas, social y familiarmente, el divorcio o separación de amigos y personas queridas.
¿Sabías que una separación, un divorcio, una ruptura sentimental, es una de las situaciones vitales más estresantes por las que puede pasar una persona? Cada día son más las personas que acuden a nuestra consulta buscando asesoramiento, ayuda, acompañamiento y gestión emocional para poder manejar la revolución emocional que sienten.
¿Has pasado por una separación, por un divorcio? ¿Alguien cercano a ti está en un proceso de separación?
Normalmente en estos procesos queremos ser de utilidad, ayudar, acompañar y como se suele decir, poner el hombro, pero ¿Sabemos cómo actuar?
Cuando alguien de nuestro entorno se está separando, hay quienes prefieren mantenerse al margen, no intervenir, no hablar, no comentar, prefieren estar en silencio y no acompañar.
Esta decisión es totalmente respetable, y nos guste o no, la tenemos que aceptar. Ya que solamente él o ella conoce los motivos de esa decisión.
Además, cuando no queremos, o no podemos, o no sabemos qué decir, es mejor no decir nada. Y el silencio, aunque doloroso, a veces es lo más inteligente.
Si eres de los que quiere ayudar ante una separación matrimonial o divorcio, te voy a hacer algunas recomendaciones, para incrementar tus habilidades, tu comunicación. Y de esa forma te sentirás con más seguridad, tranquilidad y confianza, a esa generosa ayuda.
1. Lo primero de todo, es importante respetar la decisión de la persona a recibir o no la ayuda. Pregunta antes de actuar, pregunta si quiere ayuda, si quiere compañía. Es un derecho humano básico el decir no, el querer estar solo o sola, y aunque creamos que quizás se equivoca y eso no le ayuda, es clave respetarlo. Lo importante es dejar la puerta abierta y hacerle saber que estás ahí para lo que pueda necesitar, sin agobiar, ni atosigar, solo informar.
2. Para poder ayudar, primero tenemos que estar bien nosotros. Nuestra propia autorregulación emocional, el saber identificar lo que sentimos, analizar y regular esas emociones, es importante para que esas emociones no se apoderen de nuestro comportamiento. Imagina que una amiga se está separando y actúa de una manera opuesta a lo que le habías recomendado, eso quizás te enfade, incluso te decepcione. Si te dejas llevar por la emoción, le hablarás mal, incluso le reñirás, pero eso no le beneficiará y no conseguirás tu objetivo que es intentar apoyarla y ayudarla. Así que no te frustres ni te desesperes si te sientes triste, enfadado incluso si experimentas sentimientos de injusticia, es normal cuando percibimos sufrimiento en nuestros seres queridos. Acepta ese malestar.
3. Escucha activamente, con empatía, no interrumpas, no cortes, deja hablar a la persona, fomenta la expresión de su malestar. ¿Te ha pasado que, de estar hablando con alguien de un asunto importante para ti, y ver cómo la persona está más pendiente del móvil, no te mira, o incluso le ves con prisa para marcharse? ¿Cómo te has sentido? Así que escucha con la mirada, con el cuerpo, con la sonrisa. Estate presente, dedicándole tiempo de calidad.
4. Cuida la comunicación no verbal. Mientras escuchas y respondes… sonríe. Gesto y postura relajadas, cuida el volumen de tu voz y que tus movimientos y velocidad del habla sean lentos, de esa forma podrás fomentar estados de tranquilidad.
5. Normaliza las emociones desagradables que siente, trasládale que es normal y bueno sentirse así, recuérdale que la separación, que el divorcio, es una situación vital estresante, eso le ayudará a comprender su malestar sin sentirse culpable por su sentir.
6. Huye de los sermones, de las frases hechas: “el tiempo lo cura todo”, “ya verás como pronto encuentras a otra persona”, “estás mejor solo que mal acompañado”. Emplea expresiones centradas en el apoyo y refuerzo: “tú puedes”, “estamos contigo”, “estamos muy orgullosos de ti”, “es duro, pero te ayudaremos, no estás solo o no estás sola”.
7. Elimina de tu vocabulario los “tienes que…, debes hacer…” No digas lo que hay que hacer, cada uno tenemos un ritmo, cambia esas expresiones por preguntas: “¿has pensado hacer…”, “¿y en esa situación, qué crees que te puede beneficiar”.
8. También surgen miedos, los miedos relacionados con el futuro, y estos son muy habituales. Expresiones del tipo “y si no me dan la custodia”, “y si me echan del trabajo”, “y si me estoy equivocando”. Escucha durante unos minutos, y después intenta proporcionarle datos objetivos que desmonten sus temores. Por ejemplo: “estás muy valorado en el trabajo, y cuentan siempre contigo”, “tu abogada está tranquila respecto a la custodia y ella es la experta”. Intenta hacerle ver que no hay datos, que son miedos, que no ha sucedido, ni tiene por qué suceder.
9. Ante situaciones complicadas, por ejemplo, la posible confirmación de sus miedos (problemas económicos, no se llega a un acuerdo y hay que ir a juicio, no le dan la custodia), permite el desahogo, deja que libere y exprese, que descargue, pero después de unos minutos recuérdale que todo, o casi todo, en esta vida tiene solución, que le ayudarás a afrontar y que tendrá apoyo. Es importante que este desahogo no dure mucho tiempo, para no fomentar el recrearse en ese dolor. Una vez que se ha escuchado y que ha liberado, intentar centrarnos en el objetivo de buscar soluciones, o de la distracción, para continuar con la “normalidad” del día a día, y de esta forma conseguirás que no todo gire en torno a la separación.
10. Para terminar. Es habitual las dudas, las inseguridades y en ocasiones se busca la confirmación que la decisión que están tomando es la correcta. En la medida de lo posible no te posiciones (aunque siempre hay excepciones), ante preguntas del tipo: “¿y tú qué opinas ¿estoy tomando la decisión correcta? ¿tú qué harías en mi situación?”. Intenta sonreír, tener calma, proporcionarle apoyo, reforzarle y ayudarle en la reflexión sin fomentar el seguir recreándose en la toma de decisiones, que ya ha reflexionado. Emplea frases del tipo: “estoy muy orgullosa de ti”, “lo estás haciendo muy bien”, “es normal que tengas dudas e inseguridades”, y una que me encanta: “¿tú que crees que es lo mejor para ti?”.

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