Los primeros conceptos de inteligencia hacían referencia a una capacidad cognitiva global referida al intelecto y que afirmaban que podía medirse a través de pruebas lógicas específicas. En ningún momento se contemplaban las emociones dentro de este concepto como algo básico en los mecanismos de adaptación de los seres humanos.
Cuando la hipótesis de inteligencia general empezó a ser discutida, surgieron nuevos conceptos de inteligencia que abarcaban diferentes habilidades que podían estar más o menos desarrolladas en cada persona, como por ejemplo la inteligencia lingüística o la inteligencia matemática o musical. También empezó a considerarse la inteligencia intrapersonal como capacidad para ahondar en nuestras propias emociones. Pero no fue hasta la publicación del libro Inteligencia Emocional por Daniel Goleman, cuando se empezó a tener en cuenta la verdadera importancia de ahondar en este concepto.
El término de Inteligencia Emocional (IE), hace referencia a la capacidad de gestionar y conducir, así como comprender nuestras propias emociones y las de los demás. Dentro de estas capacidades destacan habilidades como la empatía, la motivación o el autocontrol emocional. Esto se empezó a asumir como algo básico en las capacidades de adaptación de las personas cuya capacidad de autorregulación emocional influye en la mayor parte de sus habilidades cognitivas y sus decisiones.
Desde entonces, el concepto de IE se popularizó tanto que pocos fueron los educadores, políticos o incluso empresarios que no hicieron uso de él. Incluso la UNESCO en 2002 propuso programas de aprendizaje emocional que fueron remitidos a ministros de 140 países para su instauración en el sistema educativo.
Sin embargo, este entusiasmo empañó una mayor investigación sobre este tipo de inteligencia. Hasta muy recientemente, pocos estudios se habían hecho y poco se sabía de un término del que todo el mundo hablaba.
¿Qué se esconde tras la Inteligencia Emocional?
La emoción, cuando es manipulada por grandes estrategas, puede empañar la razón de las personas. Algunas evidencias sostienen que aquellas personas que poseen un alto cociente de Inteligencia Emocional tienen más capacidades a la hora de manipular a los demás.
Un reciente estudio llevado a cabo en la Universidad de Cambridge por Jochen Menges, muestra como las personas tienden a olvidar el verdadero mensaje del discurso de un líder cuando este consigue expresar emociones, inspirando a las personas a través de gestos y palabras cargados de sentimientos.
Al efecto de la utilización de la inteligencia emocional ante una audiencia, se le denomina “efecto de impresión” y proviene de la habilidad a la hora de persuadir que muchos líderes poseen y han poseído. Un claro ejemplo de ello es Adolf Hitler, que ejercía una persuasión estratégica llegando a emocionar al público de tal manera que conseguía que cualquier crítica a sus métodos o ideas se diluyeran. Esto algo que sigue ocurriendo hoy en día. Líderes poderosos cuyos métodos llegan a ser crueles y faltos de ética continúan teniendo el apoyo de miles de personas controladas por las emociones que expresan como el miedo, la necesidad de pertenencia a un grupo o la idea de poder y superioridad.
Cuando la emoción oscurece la razón
De acuerdo a las palabras del equipo de la Universidad de Londres liderado por el profesor Martin Kilduff, las personas que poseen una alta Inteligencia Emocional tienden a moldear sus emociones para crear mejores impresiones a los demás.
En años recientes, diferentes investigadores han estudiado esta capacidad dejando a la luz resultados parecidos.
En 2010 un estudio llevado a cabo por Mitja D. Back y sus compañeros, comprobaron como aquellas personas que puntuaban alto en rasgos narcisistas conseguían ganarse el apoyo de otras personas con mayor éxito, llevando a cabo gestos o expresiones humorísticas que les hacían parecer encantadores. Es decir, haciendo uso de la Inteligencia Emocional conseguían mantener un entorno favorable a sus intereses egocéntricos.
En 2011, otro estudio llevado a cabo por Côté y su equipo mostraba como las personas más manipuladoras, es decir, aquellas que conseguían hacer cambios en el contexto social para conseguir resultados favorables a ellos mismos, cuando poseían un alto grado de IE y una alta autorregulación emocional, tenían más tendencia a participar en acciones crueles con sus compañeros de trabajo, como la humillación.
Por supuesto, la inteligencia emocional no solo es utilizada para conseguir objetivos egoístas. Esta capacidad puede llevar a las personas a conseguir actos altruistas y a contribuir a hacer de esta una sociedad mejor, más igualitaria y solidaria. Esto depende de las características de aquellos que poseen esta capacidad en gran medida y de cómo deciden utilizarla. Lo que está claro, es que aún falta por ahondar mucho en este concepto y estudiar sus componentes para controlar mejor las consecuencias negativas que puede acarrear, así como impulsar el uso de esta capacidad para conseguir una sociedad más justa.
Un estudio publicado en la revista de psicología Emotion, las psicólogas Myriam Bechtoldt y Vanessa Schneider de la Escuela de Finanzas y Administración de Frankfurt realizaron un test de tamizaje 166 estudiantes para medir su inteligencia emocional. El test de tamizaje es un instrumento sencillo, casi un juego. El encuestado observa una serie de imágenes con rostros expresivos y luego debe señalar qué emoción sienten los sujetos retratados.
Luego, los sometieron a pláticas con unos jueces, en donde se les ponía bajo una situación de estrés. Científicos midieron concentraciones de la hormona del estrés cortisol en la saliva de los estudiantes antes y después de la charla.
De acuerdo con el estudio, los estudiantes que fueron clasificados como los más inteligentes emocionalmente, el estrés aumentó durante el experimento y tomó más tiempo para regresar a su estado normal. Según las investigadoras, los resultados sugieren que algunas personas pueden ser demasiado inteligentes emocionalmente.
De acuerdo con Bechtoldt, un sujeto que tenga una inteligencia emocional alta puede generar de inmediato empatía con el otro . Sin embargo, el reconocer las emociones con facilidad también puede generar que las personas asuman responsabilidades que no les corresponden.
“Las personas inteligentes emocionalmente son hábiles en detectar los sentimientos y terminan asumiendo las preocupaciones de los otros, lo que probablemente puede generar estrés”, explica Maria Antonieta Solórzano, psicóloga de la Universidad Javeriana y conferencista. “Esto no quiere decir que la inteligencia emocional sea negativa, sino que despierta mucho más nuestra capacidad de percibir las emociones”, agregó.
El estudio de las psicólogas alemanas no es el primero que habla de un lado negativo de la inteligencia emocional. Un estudio publicado del 2002 de la revista Personality and Individual Differences sugirió que las personas inteligentes emocionalmente podrían ser particularmente susceptibles sentir depresión y tristeza. Además, varios estudios, incluyendo uno publicado en 2013 en PLOS ONE, afirman que las personas con alta inteligencia emocional pueden manipular a otros para beneficio personal.
Si embargo, al ser un campo relativamente nuevo, varios expertos consideran que se necesita de más investigación para entender si hay o no una relación entre la inteligencia emocional y el estrés. Sin embargo, para Myriam Bechtoldt y Vanessa Schneider, quienes realizaron el estudio que relacionó ambos conceptos, la inteligencia emocional es una habilidad útil para tener, “siempre y cuando se aprenda a hacer frente adecuadamente a las emociones, tanto de los demás como de los propios”.
En conclusión, la inteligencia emocional es una realidad pero debe manejarse con mucho cuidado y responsabilidad pues no se trata de controlar o intentar manipular a los demás, sino más bien de facilitar la interrelación con los otros y adquirir un pleno conocimiento y apreció sincero sobre uno mismo.