lunes, septiembre 2, 2024
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Compendio de estudios sobre Inteligencia Emocional para una mejor comprensión

Por: Equipo editor

 

Existen varios estudios inmersos en el contexto educativo, las mismas se pueden clasificar en siete grandes grupos, y en cada uno se relaciona la Inteligencia Emocional con las variables género, edad, nivel educativo, nivel académico familiar (para aproximar al estatus socioeconómico y cultural), nivel de rendimiento escolar, titularidad del centro (público o concertado) y zona geográfica (entendida como rural, urbana-centro y urbana-periferia). Introduzcámonos en las conclusiones de cada grupo de estudio a lo largo de estos números.

 

  1. Inteligencia emocional (IE) y edad

 

Pandey y Tripathi (2004; mencionado por Bernarás, Garaigordobil y de las Cuebas, 2011), en un estudio realizado en la India con niños de entre 5 y 18 años, evidenciaron que aumenta la IE a medida que se incrementa la edad y que las chicas son más competentes en manejar y controlar sus propias emociones.

 

Las mismas diferencias en cuanto a edad se ponen de manifiesto en el estudio realizado en España por Etxebarría, Apodaca, Eceiza, Fuentes y Ortiz (2003) con una muestra de niños de 7 a 9 años, analizando la experiencia emocional, la regulación y el conocimiento de emociones, así como la conducta prosocial. Sus resultados muestran que el control inhibitorio aumenta en las niñas y disminuye en los niños con la edad, al contrario que la conducta agresiva, que aumenta en los niños y disminuye en las niñas.

 

En el estudio de Pulido y Herrera (2015), realizado con una muestra de población de educación infantil y primaria y educación secundaria, se utilizó una adaptación del MSCEIT y midieron la relación entre Inteligencia Emocional y edad, presentando diferencias estadísticamente significativas en Inteligencia Emocional total a medida que asciende la edad. De esta forma, la etapa con niveles mayores es la edad adulta, seguida de la adolescencia y terminando en la etapa infantil.

 

En el estudio de Navarro (2014), realizado con alumnos de edades entre los 8 y 10 años, se ha evidenciado que el rendimiento no aumenta por la edad de los participantes y que el alumnado con mayor rendimiento académico no es el que se autopercibe con una mayor inteligencia intrapersonal ni con una mayor adaptabilidad emocional y social.

 

  1. Inteligencia emocional y nivel educativo

 

Se han considerado de manera diferenciada las variables edad y nivel educativo por la existencia de alumnos de distintas edades en cada nivel educativo, por repetición de curso, incorporación tardía u otras razones. En este sentido, la mayoría de los estudios realizados en el ámbito educativo han relacionado la Inteligencia Emocional con la edad, sin considerar el nivel educativo, por lo que resulta complejo establecer si existen diferencias entre los resultados hallados en ambas variables.

 

En el trabajo realizado por Pulido y Herrera (2015), mencionado en el apartado anterior, también se demostró la existencia de una relación directamente proporcional entre la IE y la edad (etapa educativa), aumentando las puntuaciones en IE a medida que aumenta la edad (Etapa).

 

  1. Inteligencia emocional y género

 

Han sido muchos los trabajos de investigación que tenían como objetivo analizar los diferentes niveles de Inteligencia Emocional en función del género. El problema se encuentra en que la mayoría de los estudios son llevados a cabo en población adolescente y en adultos, siendo escasas las investigaciones sobre diferencias de género en IE en la infancia.

 

En España, en el estudio realizado por Etxebarría y otros (2003), mencionado anteriormente en el apartado de Inteligencia Emocional y edad, se demostró que las niñas tienen mayor focalización atencional, así como tendencia a mostrar una conducta más complaciente con las demandas de los demás (sobre todo de los adultos). Sin embargo, no se apreciaron diferencias significativas en la intensidad de las emociones en niñas y niños.

 

En la misma línea, Mestre, Guil y Lim (2004; mencionado por Bernarás, Garaigordobil y de las Cuebas, 2011), comprobaron que las mujeres son más eficaces en la percepción emocional que los varones, verificando estos resultados con alumnado de secundaria (Mestre, Guil, Lopes, Salovey y Gil-Olarte, 2006) y universitarios (Extremera, Fernández-Berrocal y Salovey, 2006).

 

En el estudio que realizaron Cerón, Pérez, Olmos e Ibáñez (2011) con adolescentes de dos colegios colombianos, utilizando el Trait Meta Mood-Scale (TMM-24), los resultados mostraron que la puntuación en percepción fue significativamente mayor en las mujeres con respecto a los hombres. No sucedió lo mismo en las medianas de comprensión y regulación, en las que no se encontraron diferencias significativas. Entre las limitaciones del estudio, los autores destacan que el muestreo no fue aleatorizado y el uso de medidas de autoinforme únicamente, sin contrastar los resultados con los aportados por medidas de habilidad.

 

Diferentes trabajos plantean que las mujeres manifiestan niveles superiores (Billings, Downey, Lomas, Lloyd y Stough, 2014; Pulido y Herrera, 2015), lo que alimenta el estereotipo de que las mujeres son más emocionales que los varones. Otros estudios demuestran que estas diferencias se deben a distintos factores, tales como la edad (Billings et al, 2014).

 

En este sentido, diversos estudios muestran que las diferencias sexuales vienen dadas en la socialización y en la instrucción emocional con los que los niños y niñas crecen (Sánchez, Fernández-Berrocal, Montañés y Latorre, 2008), ya que los padres tienden a hablar más sobre emociones con las hijas que con los hijos y los hombres son socializados para evitar expresar emociones desde niños.

 

De este modo, los roles sexuales establecidos en la sociedad de manera rígida obstaculizan el desarrollo de rasgos de identidad contra-estereotípicos, esta es una de las razones que explican la diferencia de IE entre hombres y mujeres (Gartzia, Aritzeta, Nekane y Barberá, 2012).

 

Ello explicaría los resultados de diversos estudios (Bisquerra, 2009b; Olmedo, 2009; Ortega-Álvarez, 2009) que muestran que las diferencias en función del género empiezan a aparecer después de la Educación Primaria, condicionadas por aspectos socioculturales, en la gran mayoría de los casos.

 

En esta línea, el estudio realizado por Bernal y Ferrándiz (2014) con alumnado de 6º de educación primaria concluye que los chicos se perciben ligeramente superiores en adaptabilidad, manejo del estrés y en el total de la prueba, mientras que las niñas se autoperciben con mejores habilidades intrapersonales e interpersonales y con mejor estado de ánimo, sin embargo, dichas diferencias no resultan estadísticamente significativas.

 

Sucede lo mismo en el estudio realizado por Ugarriza y Pajares (2005), con alumnado de 7 a 18 años, en cuyos resultados no se aprecian diferencias por género en competencia emocional general y social, sin embargo las diferencias son notorias por gestión a favor de las chicas.

 

En el estudio de Navarro (2014), mencionado anteriormente, las chicas obtienen medias más elevadas en inteligencia intrapersonal, manejo del estrés, estado de ánimo y en el rendimiento pretest y postest. Los chicos poseen más adaptabilidad e inteligencia interpersonal.

 

En contraposición, Molero, Ortega y Moreno (2010) encuentran diferencias significativas en la percepción y regulación emocional de chicos y chicas, siendo mayores en estas.

 

Lo mismo sucede con las aportaciones de Gorostiaga, Balluerka y Soroa (2014), quienes realizaron un estudio para conocer la empatía en alumnos de 10 a 18 años, hallando diferencias significativas entre la empatía global y en todas sus dimensiones a favor de las chicas.

 

De acuerdo con estos datos, y con otros hallados por Brackett y Salovey (2006) los resultados contradictorios. En general los resultados aportan que las mujeres tienen mayor competencia en Inteligencia Emocional que los hombres (Joseph y Newman, 2010) aunque es preciso destacar que dependiendo del tipo de medida utilizada, autoinforme o prueba de habilidad, las diferencias observadas son distintas en función del género (Extremera, Fernández-Berrocal y Salovey, 2006).

 

Es interesante mencionar el estudio de Sánchez y otros (2008) cuyos resultados ponen de manifiesto que las mujeres tienen menor índice de IE que los hombres en investigaciones que tienen como instrumentos pruebas de autoinforme porque las mujeres se autoperciben de manera más baja que los hombres, y mayor en pruebas de ejecución, lo contrario sucede con los hombres.

 

Así las investigaciones que han utilizado cuestionarios de autoinforme como medida de Inteligencia Emocional han presentado como resultado que las mujeres muestran mayor competencia en la percepción y expresión emocional y los hombres en la regulación (Bar-On, 2006).

 

Sucede lo contrario en los estudios en los que se analiza la Inteligencia Emocional como una habilidad cognitiva, existiendo diferencias especialmente marcadas en el uso, comprensión y manejo emocional (Mayer, Salovey y Caruso, 2000; Salovey, 2006) a favor de las mujeres.

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