miércoles, diciembre 4, 2024
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Cumplir con el País y las leyes es fortalecer cuerpo y espíritu

La mayor seguridad que se puede adquirir en el gobierno tanto para cumplir propósitos como para superar dificultades y que se hacen virtudes y valores que sustentan a los hombres para conformar pueblos, naciones y países, todos bajo los principios de fe y esperanza, basados en un principio: “Tener fe en Dios es tener confianza en uno mismo dando fortaleza a las virtudes de quienes conforman el conjunto familiar dispuesto por Dios para que sus integrantes que recogen las virtudes hechas principios y valores que sustentan a los pueblos y a los países”. Reza un antiguo dicho: “Tener fe en uno mismo es asir con las manos un medio de seguridad que, como candado, sujeta todo lo débil”. Esta es una realidad que casi siempre ha tenido fuerza en los pueblos cuyos gobernantes han encontrado medios para tener seguridad en su trato con los demás pueblos y lograr dominio sobre rebeldías de los poblados puestos para su gobierno. La práctica ha mostrado que el poder de las armas es relativamente seguro y, por ello, se dice equivocadamente, hay que fortalecer su tenencia y completarla con equipos guerreros bien armados y mejor adoctrinados. Esta es muestra de seguridad de regímenes fuertes que manejaron naciones, especialmente dictaduras y tiranías que nunca sustentaron su poderío en las leyes, sino que agravaron las condiciones de poder armamentista; casi en la generalidad de los casos, quienes han cifrado en la fuerza de las armas todo su poder, han fracasado tan sólo por voluntad de los mismos pueblos cuyo espíritu no se arredró ante nada.
Las mismas reglas y principios pueden aplicarse en los casos en que la fuerza encuentra campos propicios ante la presencia de huelgas y protestas que pretenden conseguir por la fuerza tan sólo por negar las virtudes y fortalezas del diálogo y la concordia entre las partes o sea entre los que forman capital y trabajo; es decir, decisión y dedicación, inversión y producción, dirección y ejecución, conjunto de valores de realización que hacen y producen el trabajo. Todo lo positivo de estos procesos es resultado del diálogo, la armonía, la concertación, la concordia y buena voluntad de las partes. La fuerza de todo está en la ley y su estricto cumplimiento. Tiene vital importancia que las empresas dediquen mucha atención a cobrar una cartera que se debe recuperar y que, por las mismas causas de la pandemia, ha sido descuidada o pospuesta para cuando pase el drama vivido. Después de haberse superado del todo los estragos causados por la pandemia, la economía nacional ha quedado debilitada y las mismas fuentes de producción han sufrido pobreza en la tenencia de bienes financieros que han determinado que la economía nacional esté resquebrajada con escasa liquidez, almacenes desprovistos de materia prima, obligaciones bancarias y deudas vencidas que había que honrar y una iliquidez crónica en caja, sueldos y salarios por pagar conjuntamente cotizaciones a la seguridad social, impuestos retenidos por depositarse a la Renta, obligaciones internas con proveedores y otros menores que no podían soslayarse eran cargas perentorias que no admiten dilaciones y su urgencia de pago es casi inmediata. Ante situación semejante, se recurre nuevamente al préstamo y se posponen algunas obligaciones que de todos modos deben ser cubiertas aunque con los recargos consiguientes por los intereses; en fin, el conjunto de nuevas cargas requiere atención.
Al margen de cobrarse dineros adeudados a las empresas, no queda más salida que recurrir a instituciones como el Banco de Desarrollo y las instituciones de crédito en pos de dinero aunque ello implique recargo de nuevas obligaciones. Lo importante es que el gobierno preste la cooperación inmediata. Urge rehabilitar la economía empresarial y no contraer más obligaciones, acelerar y acrecentar la producción, agilitar ventas y comercialización, evitar la concesión de nuevos créditos que signifiquen rémoras y controlar la eficiencia del personal. Todo debe converger a una mejora sustancial de la economía para sustento de la fortaleza empresarial que redunde en beneficio general.
En medio de lo que debe encararse, debe estar la decisión del gobierno de implantar austeridad en sus gastos, evitar contratación de más personal, viajes innecesarios, suprimir gastos de representación, reducir gastos onerosos, suprimir muchos cargos en las representaciones que viajan al exterior y, finalmente, disponer que cada embajada del país cuente solamente con el personal estrictamente necesario. El gobierno sabe cuánto puede ahorrar y cuánto mejorar la calidad y producción que deban tener las empresas públicas, cuyo trabajo productivo casi siempre es reducido y sus gastos se incrementan aduciendo que “siendo empresas estatales, hay dinero que se debe y puede gastar” según criterio equivocado de sus directivos.

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