lunes, julio 8, 2024
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Inventar y ser inteligente

Algunas veces en las redes sociales se puede encontrar notas interesantes, sobre temas que algunos no conocíamos, como quién inventó el WI-FI, dispositivo que facilita bastante la comunicación y que implica ahorro económico. También se puede hallar narraciones que ameritan reflexión, ya que una conducta puede ser explicada desde diversos puntos de vista. Por ello ofrecemos dos textos con datos sobre lo mencionado.

LA MUJER QUE INVENTÓ EL WI-FI
La mujer más bella del mundo del cine: gracias a ella tenemos Wi-Fi. Su nombre era Hedy Lamarr (Hedwig Eva Maria Kiesler, Viena, 9 de noviembre de 1914-Casselberry, Florida, 19 de enero de 2000).
Ella era una mujer judía con la pasión por la tecnología y vocación por el teatro y cine. Hedy Lamarr, además de ser una actriz muy exitosa, había practicado ingeniería eléctrica en su tiempo libre en el estudio de su casa.
La invención de Lamarr, “tecnología de espectro ensanchado”, era un sistema de salto de señal que evitaba que los enemigos interfirieran con las señales de radio entre un barco y sus torpedos.
Lo creó para ayudar a luchar contra los nazis. Lo que pocos sospechaban en Hollywood era que la hermosa morena que protagonizó películas junto a Spencer Tracy o Clark Gable, era también una extraordinaria ingeniera de comunicaciones, capaz de inventar y patentar un sistema beeper para misiles.
El gobierno de los Estados Unidos rechazó el invento durante la Segunda Guerra Mundial, solo para recuperarlo en el momento de la crisis cubana.
En resumen, si hoy podemos conectarnos de forma inalámbrica con celulares, PC y tabletas a las redes, se lo debemos a ella, la mujer más hermosa del mundo.
Hedy Lamarr fue el epítome de la belleza y el cerebro en una época en que solo uno de ellos era apreciado en las mujeres.
(Tecnología – ingeniería – cultura – Artes Vida).

EL IDIOTA
Se cuenta que en una ciudad del interior un grupo de personas se divertía con “el idiota” del barrio; un hombre infeliz, de poca inteligencia, que vivía de pequeños trabajos y de limosnas. Casi a diario llamaban “al idiota” al bar en el que se reunían y le daban a escoger entre dos monedas: una grande, de cien pesos y otra pequeña, de quinientos pesos. Él siempre escogía la más grande y menos valiosa, lo cual era motivo de risas para todos.
Cierto día, alguien que observó aquello, conmovido, esperó a que los demás se distrajeran y lo llevó aparte para explicarle que la moneda más grande valía menos…
-Ya lo sé -respondió él-, vale cinco veces menos. Pero el día en que yo escoja la otra el juego se acaba y no voy a ganar más mi moneda.
Esta historia podría acabar aquí, como una nota curiosa o como un chiste, tal vez. Pero se puede obtener algunas conclusiones:
La primera: “quien parece idiota no siempre lo es”.
La segunda: “¿quiénes son realmente los idiotas en estos casos?”
La tercera: “una ambición desmedida puede terminar acabando con tu fuente de ingresos”.
Pero la conclusión más interesante es “que podemos estar bien sin importar lo que los demás piensen de nosotros”. Y que, a veces, el hombre verdaderamente inteligente es el que aparenta ser idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente.

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