domingo, noviembre 24, 2024
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Mi pensamiento, mi voz, mi alma

Tengo derecho a disentir, estar en contra de los cánones establecidos, de la forma de vida, de salarios paupérrimos, falta de empleos, falta de capacidad para disminuir los altos índices de delincuencia, altos índices de feminicidios, de infanticidios. Discrepo con nuestra manera de ver la educación, retrograda “desde mi punto de vista”, porque a fuerza de nota, hacen memorizar y repetir conceptos y teorías anacrónicas y obsoletas, sin advertir las potencialidades de los estudiantes y menos utilizar la motivación para levantar los ánimos de almas cancinas. Y es que, en muchos casos, los estudiantes están sumidos en la depresión, no desayunaron, no saben si comerán algo en el día, cuando escuchan los cobros de alquileres a sus padres y éstos no tiene como honrarlos, por deudas que atormentan a sus progenitores. Pero ellos no los pueden ayudar, pues son niños, adolescentes, jóvenes que tienen que hacerse a los sordos.

Eso pensamos, cuando en realidad toda esta crisis económica, estas obligaciones impagas, estos problemas de una u otra manera talan y talan la mente de nuestros hijos y éstos no son escuchados. Nadie toma en cuenta esa impotencia y las consecuencias de todos estos conflictos en la mente de los educandos.

¿Dónde están la motivación, los principios, valores, moral y ética como cimientos de la formación del universo complejo del ser humano en crecimiento, en desarrollo?, entiéndase física y psicológicamente. En este Siglo XXI podemos advertir que la psicopedagogía y la pedagogía están siendo relegadas por intereses ajenos de grupos que quieren imponer su manera de pensar, mediante conceptos y teorías que no están acordes con nuestra realidad y nuestras vivencias.

Hay disociación entre lo que se entiende por educación y formación profesional, donde a título de tener diplomados, maestrías y doctorados, creemos que estamos por sobre el pueblo. Decimos en nuestros adentros, de esa “bola de ignorantes”. Dicen eso las señorías que alcanzaron los máximos estudios, solo para denostar al que no tiene para pagar y comprar esos títulos. En la época de los sofistas, éstos serían los sabelotodo, los que son dueños del conocimiento y de la verdad. Por tan celestial sapiencia, deberían plantear cómo reducir los índices de pobreza, que son abrumadores, la delincuencia, los altos índices de feminicidios, de infanticidios, altos índices de corrupción. Por ello se puede discernir y sacar en conclusión que solo son grandes repetidores de enlatados y argumentos atingentes a la teoría, que está muy alejada de nuestra realidad, donde se puede advertir que ni con todos los títulos inventados por el hombre, éstos no pueden plantear soluciones ante flagelos que nos están matando en vida, que ponen en duda plena el concepto del “ser humano”.

La desavenencia está arraigada en nuestro interior, por los modelos de gobierno a los que nos han acostumbrado, por cómo los políticos conducen las riendas de nuestra patria, por cómo nuestros religiosos hacen discursos, ya no sermones, tratando de manipular a las almas desperdigadas por la tierra. Nos hacen entrever que debemos conformarnos con lo poco que tengamos, que debemos asentir, sin pelear, sin bramar por toda esta explotación que pareciera que ha adquirido carta de ciudadanía. Se ha vuelto normal, rutinario y cotidiano aceptar, de la manera más sumisa, que unos cuantos vivan y coman como reyes, observando de palco cómo se reparten cargos en entidades públicas, embajadas, consulados, direcciones, jefaturas, comandancias, y conseguir puestos de jueces, vocales, fiscales, magistrados. Sí, somos observadores inermes, hipnotizados, absortos, títeres sin alma, sin pensamiento para cambiar esta cruda realidad. La riqueza solo está concentrada en una elite política de los gobiernos de turno, mientras el pueblo languidece en su miseria, en silencio, porque hemos perdido la dirección de nuestras vidas y vivimos improvisando lo que comeremos cada día. Pero debemos levantarnos del letargo, de la modorra.

No estar de acuerdo con todos estos vicios, estas taras que parecen naturales, normales, porque a eso nos han acostumbrado, es una señal de que estamos despertando, de que estamos empezando a pensar, sobre lo que dicen nuestros gobernantes, sacerdotes, parlamentarios, gobernadores, policías, militares, alcaldes. Ellos afirman que todo está bien, que hay más fuentes de empleo, que hay bonanza económica, que los índices de pobreza disminuyeron, que la justicia va por buen camino, que es equitativa la distribución la riqueza, que los pobres tenemos que conformarnos con nuestra miseria, con el hambre, con las condiciones precarias, sin acceso a la alimentación, a la salud, al agua, al empleo digno a la vivienda. Que tenemos que conformarnos con lo que tenemos, bajan nuestra autoestima, nos dejan sumidos en una mediocridad dirigida a socavar nuestra dignidad.

Necesitamos sublevación ante los moldes tradicionalistas y obsoletos implantados por una política que solo beneficia a las oligarquías de siempre, a unos cuantos, en desmedro de cientos de sablistas. Nos condenan a vivir entre las sombras, encierran y nublan nuestra mente, con el celular, con la telenovela, con las bufonadas de la televisión, con murmuraciones, cotilleo, trebejos. Encarcelan nuestra alma y espíritu en su sarta de promesas inconclusas y artilugios. Someten nuestra personalidad, nos hacen vivir de esperanzas, ilusiones, falacias, sofismas. Someten nuestro ser con el diseño de su sociedad llena de hipocresías, la cual está muy alejada de las verdaderas necesidades y sentimientos del pueblo. Nos dejan como zombis, sin poder de decisión y pensamiento, muertos en vida.

Mostrar contumacia representa un despertar de esta agonía, de esta modorra, de este sopor en el que nos encontramos. Requerimos empezar a sentir, pensar, decidir para protestar y bramar todas las inequidades, desequilibrios. Debemos escudriñar dentro de cada uno de nosotros y sacar a la luz nuestro conocimiento, nuestras necesidades y luchar por satisfacerlas, para dar dignidad al pueblo, felicidad al proletariado, es nuestro derecho.

Lo que trato de discernir, enfatizo en ello, es mi visión filosófica de la realidad en la cual estamos viviendo en nuestro país, es mi propia interpretación, mi crítica y cuestionamientos de la realidad que me toca a diario vivir. Cada uno de ustedes debe sacar sus propias conclusiones, buscar y parir su propia verdad, buscar mejores condiciones de vida para el pueblo, luchando en contra de la injusticia opresión, sufrimiento y dolor de los seres humanos. Luchar en contra de los feminicidios, de los infanticidios, es tarea de todos. Tenemos que luchar contra los cánones y dogmas establecidos por aquellos que “saben más”. Bueno, es lo que ellos creen, que “no nos dejen enmudecidos y atados de pies y manos”, que el conocimiento es INNATO en el ser humano.

 

El autor es Abogado Constitucionalista.

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