El escenario político y social del país está nuevamente polarizado por causa de reivindicaciones de intereses regionales, separatistas y anhelos de federalismo, que únicamente buscan la desestabilización de la patria, como ocurrió en el pasado inmediato en nuestra Bolivia.
Los bolivianos hemos sido testigos de un episodio en el que la falta de subordinación y disciplina en nuestras Fuerzas Armadas —en noviembre de 2019 y durante la gestión 2020—, cuando se produjo el quiebre arbitrario del orden constitucional, fue ahondada por malos militares, que traicionaron la principal enseñanza de la institución castrense: el honor.
Borges nos dijo que cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es. Frase que describe con claridad meridiana la misión y lealtad del comandante General del Ejército, Juan José Zúñiga, comprometido con la defensa de la unidad nacional y el cumplimiento a ultranza de la Constitución Política del Estado.
Pero cuáles son los siete pecados capitales que se atrevió a cometer el comandante General del Ejército, que desataron la ira y duras críticas de los voceros de la oposición y las logias regionales:
1.- El general Zúñiga afectó los intereses de la elite tradicional militar, porque se atrevió a romper los esquemas tradicionales de poder de las roscas militares que, en el pasado, y en la ruptura constitucional —2019 y 2020— se apoderaron de las Fuerzas Armadas.
2.- Se encargó de desestructurar a los grupos de poder vinculados a Jeanine Áñez que, con sus exministros de Defensa, Luis Fernando López, y de Gobierno, Arturo Murillo, se encargaron de castigar y someter a los militares considerados enemigos de su efímero poder político.
3.- Afectó los intereses económicos de la aristocracia militar corrupta, que no acepta perder los espacios y destinos privilegiados que mantuvo en el pasado reciente.
4.- Instruyó auditorías y procesos sumariales que perjudican a aquellos militares que se creían intocables por el cargo que ostentaban, gracias al poder político circunstancial de 2019-2020.
5.- Devolvió la confianza a aquellos militares que fueron despreciados y discriminados en las Fuerzas Armadas por las logias del poder militar.
6.- Es gestor de una revolución institucional, en la cual el personal militar recibirá una mejor formación y capacitación que permita una adecuada y eficiente defensa de la patria y de los recursos naturales.
7.- Se atrevió, de cara al país y de manera valerosa, a emitir un discurso fuerte y claro contra las logias regionales y separatistas, que buscan acuñar afanes de división del país en el corto, mediano y largo plazo. Y es que no contemplaron que para imponer un federalismo se debe ganar elecciones nacionales con más del 50 por ciento y después instaurar una Asamblea Constituyente que decida los nuevos designios de la patria.
En el paro cívico del Comité Pro Santa Cruz, que duró 36 días, afloraron los conflictos sociales, la violencia y el pedido de federalismo, esto dejó en claro dos posiciones en el escenario político actual; la defensa de un país con sus nueve departamentos, que es compartida por las mayorías nacionales, y los intereses de una logia de cívicos, opositores y empresarios que buscan sembrar la semilla del separatismo en el corazón de los bolivianos.
El general Zúñiga ha dejado en claro que no tiene miedo a la milicia separatista; sin embargo, los enemigos de la integridad nacional deben tener miedo a un Estado Nacional que no dudará en defender la integridad de la patria y hacer respetar la Constitución.
La subordinación es el acatamiento consciente, leal, inteligente y perseverante de un militar a su inmediato superior, a la CPE y las leyes del Estado. Es así que el general Zúñiga tiene el reto de constituirse en un celoso guardián del honor, la integridad y la soberanía nacional.
Solamente la unidad fraterna entre bolivianos y el amor sincero a la patria es el camino de la victoria del pueblo y esa deberá ser la bandera que marque la gestión del comandante General del Ejército.
El autor es licenciado en Comunicación social y periodista.