Es muy difícil detallar los males sufridos y queda la esperanza de que no haya consecuencias mayores en el futuro inmediato. Por ello lo que corresponde es fortalecer los cuerpos y los espíritus, especialmente de niños y jóvenes. También hacer que todas las instituciones se sientan reforzadas en sus principios, atenidas a que en ellas se asienta el futuro desarrollo y progreso de la nación. Sentir que todos podemos sentirnos seguros de resolver dificultades, porque en ello están asentadas nuestra fe y esperanzas de mejores días, bendecidos por Dios.
El futuro puede ser promisor debido a nuestras virtudes que pueden fortalecer nuestros valores y principios, capaces de hacernos mejores, con miras a contribuir para que el mundo salga victorioso ante sus propias limitaciones y problemas, como la guerra y la división social, que hace crecer la propensión a no comprender que solo el amor, la unidad y la comprensión entre los hombres hará posible la paz y el entendimiento entre todos.
Es necesario entender que solamente con el renunciamiento a conveniencias sujetas a intereses creados se puede solucionar dificultades que se creía desterradas, no solo del concierto nacional sino mundial, porque, día que pasa, se hace más latente la urgencia de unir a todos los hombres en aras de lograr mejores días. Solamente con una actitud solidaria se podrá reducir angustias, conflictos y enfermedades que se hacen presentes en el diario vivir y que los hombres tenemos la necesidad de enfrentarlos. Es, pues, potestad de cada persona el salir airoso ante lo que sobrevenga, siempre bajo el entendimiento de la propia capacidad, fortalecida con principios y valores que conocen todos los seres humanos.