“Desde la instauración del sistema democrático, en 1982, se percibieron numerosos avances en el respeto a los Derechos Humanos. Entre ellos los más destacados son: la libertad de asociación política y sindical (existe un amplio espectro de orientaciones políticas organizadas en numerosos partidos, así como la plena vigencia de las organizaciones sindicales), libertad de expresión…”, se lee en un documento del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (1).
En ese texto se testimonia que, en 22 años de vida democrática, se lograron “avances en el respeto a los Derechos Humanos”. En ese marco podemos afirmar que, no sólo entonces sino siempre, fue una constante velar por la vigencia de los Derechos Humanos, sea quien fuere gobierno. Los excesos cometidos por las dictaduras, dieron pie a que esa inquietud se fortificara. Y continúa fortificándose, en busca de la verdad, de la justicia y la libertad.
Pero la convivencia democrática, restituida en Bolivia el 10 de octubre de 1982, jamás estaría exenta de sobresaltos, que pusieron en riesgo los Derechos Humanos, proclamados universalmente. Hechos como la vulneración de los derechos y libertades, fundamentales, significaron un serio atropello, para esa instancia, de trascendencia mundial. Empañaron el propósito intrínseco de la democracia.
Algunos gobiernos, de tinte dictatorial, en democracia, no dejaron de hostigar, de manera permanente y sistemática, a los Derechos Humanos. Empleando métodos represivos. Actitudes que merecieron la condena de la comunidad internacional. Ya no fueron uniformados, sino civiles; ya no fueron las armas, sino los actos electorales, que coadyuvarona tales arbitrariedades. Se contaba, por lo tanto, con perseguidos y presos políticos, en las cárceles. Dirigentes sindicales apresados y torturados, por haber reclamado sus reivindicaciones. Cívicos amedrentados, por haber pensado diferente, a quienes les dieron un plazo, inclusive, para que abandonen el territorio patrio.
En la década del 70, del siglo pasado, corría una denuncia, en sentido de que no había en el país libertad de prensa. “Pues sus manifestaciones, reiteraba, han sido sistemáticamente coartadas, con el apresamiento y persecución de decenas de periodistas, clausura de emisoras, amenazas, sobornos y otros sistemas de coacción” (2). ¿Ahora, a más o menos 52 años de entonces y 40 del restablecimiento del sistema democrático, habrá libertad de prensa? ¿Habría cambiado aquella situación conculcadora de la libertad de prensa? Ahí tenemos, por si haya duda, a periodistas agredidos, perseguidos e intimidados, que reeditaron aquel funesto pasado. Sólo por haber sostenido la verdad en democracia y por no haber comulgado con las consignas de los omnipotentes de turno. Acciones que deterioraron los enunciados democráticos de cara al Siglo XXI. En dictadura y democracia ellos “pagan los platos rotos”.
En suma: es imperiosa la tarea de luchar por la vigencia plena de los Derechos Humanos, en la perspectiva de alcanzar una convivencia con justicia y libertad.
NOTAS
(1) Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto: “Documentos de Trabajo 2004”, La Paz – Bolivia, 2004. Pág. 90.
(2) Manuel Morales Dávila: “Los Derechos Humanos en Bolivia 1971/1977. Segunda edición, enero de 1978. Pág. 25.