miércoles, julio 24, 2024
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La justicia en su peor hora

Actualmente la administración de justicia atraviesa por uno de sus peores momentos, no hay quien hable bien de ella, todas son expresiones de crítica con términos (des)calificativos como; justicia corrupta, podrida, que está vendida al poder o incluso que da asco.
Por lo mismo, han surgido propuestas para reformar la justicia, a la fecha al menos existen cinco; de los juristas independientes (que tiene una mayor repercusión), de la Universidad Mayor de San Andrés, del ex presidente Eduardo Rodríguez Veltzé, del presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Ricardo Torres y de la senadora Silvia Salame, de Comunidad Ciudadana.
Dichas propuestas tienen un eje en común, dar prioridad a la meritocracia, es decir, que sean los mejores juristas, empero, no todos coinciden en un tema que es transversal y de fondo, para que haya un verdadero cambio, se debe tomar en cuenta y de manera superlativa dos elementos: la virtud y la ética.
El jurista italiano Piero Calamandrei, alguna vez se refirió a este tema: «tan elevada es en nuestra estimación la misión del juez y tan necesaria la confianza en él, que las debilidades humanas que no se notan o se perdonan en cualquier otro orden de funcionarios públicos, parecen inconcebibles en un magistrado… Los jueces son como los que pertenecen a una orden religiosa. Cada uno de ellos tiene que ser un ejemplo de virtud, si no quieren que los creyentes pierdan la fe». Penosamente, hay que reconocerlo, la ciudadanía ha perdido la fe en el accionar de los jueces, existe una total desconfianza, recuperar la credibilidad es asunto peliagudo, las verdaderas transformaciones se las debe demostrar en los hechos.
En la misma tesitura de Calamandrei, el ex presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura de México, Dr. Rodolfo Campos Montejo, sostuvo que quien aspire a estar “apto para juzgar, deberá ser –antes que perito en la materia– éticamente intachable. Ya que difícilmente una mala persona podrá ser un buen juez».
El problema no pasa por implementar o modificar leyes, como señala Julio De Zan en su texto “La ética, los derechos y la justicia”, hay que pensar en los problemas morales de la administración de justicia y de la vida profesional de los jueces. Debido a que la virtud, así como la ética han sido relativizados, o sea, han sido obviados.
Lo ideal (para recuperar la credibilidad) es que los jueces sean íntegros, honestos y transparentes, además de ser idóneos y asépticos, para cumplir con estos requisitos, lo recomendable es que prácticamente están obligados a dejar de lado la “dolce vita”.
Jorge M. Malem Seña, autor del ensayo “¿Pueden las malas personas ser buenos jueces?”, refiere que “a los jueces siempre se les ha supuesto dotados de una personalidad moral especial y se les ha exigido ciertos comportamientos morales en su vida privada que no coinciden con iguales requisitos o exigencias propias de otras prácticas jurídicas o en otras profesiones, incluso de las llamadas humanistas”. Hace referencia a que en algunas legislaciones (Argentina), existe la prohibición de que el juez participe en juegos de azar o concurra a lugares destinados a esas actividades, por dos criterios: uno es de naturaleza prudencial y otro porque afecta a la apariencia de honorabilidad.
El autor del libro “Inteligencias múltiples”, Howard Gardner, corrobora lo descrito ut supra, “En realidad, las malas personas no pueden ser profesionales excelentes. Nunca llegan a serlo. Tal vez tengan pericia técnica, pero no son excelentes. Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre: excelentes, comprometidos y éticos”. Para servir a los demás, más allá del ego o ambición, esto exige ética y termina diciendo: “sin principios éticos puedes llegar a ser rico, sí, o técnicamente bueno, pero no excelente”.
Siendo así, ¿cómo estamos por casa?, v. gr. la mayoría de los jueces ha ingresado, por afinidad política o tuvieron que pagar para acceder al puesto; los sobornos no son gratuitos, seguro que habrán recuperado con creces lo invertido (en las instituciones judiciales por cualquier servicio se paga, no obstante que los arts. 178 y 180 de la CPE puntualizar sobre la gratuidad). También existen jueces que operan dentro de consorcios, a fin de sacar ventaja de un determinado caso.
Entonces, ¿qué se puede esperar de ellos? Una respuesta inmediata es, simplemente nada o, mejor dicho, por el momento solo injusticias.
¿Cuánto nos falta para llegar al nivel de excelencia? ¿Otra justicia es posible?

El autor es politólogo – abogado y docente
universitario.
rolincoteja@gmail.com

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