miércoles, julio 24, 2024
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¿Qué hacer, estamos a tiempo?

Considero que una de las mejores profesiones en el planeta que habitamos, es ser docente, no porque lo sea, sino por las palabras de agradecimiento que solemos recibir, cuando nos encontramos con alguien a quien le dimos clases un tiempo atrás.
No hace mucho, casualmente me encontré con “alguien” cuyo rostro me resultaba familiar, pero no podía identificarlo totalmente por la mascarilla que llevaba. En la medida que me hacía recordar nombres o apellidos de los integrantes de la clase, siendo para mí imposible traerlos a colación, no respondía, ya que no quería mentir al no recordar, pero cuando mencionaba escuela o instituto, un poco el “cerco se hacía más estrecho”, en qué año aproximadamente, etc. Otros fueron los elogios, pero apareció la pregunta clave: ¿y dónde imparte clases? No, ya me jubilé, le dije. Su respuesta fue: ¡Qué lástima!, con usted se aprendía no solamente la asignatura, sino además de su exigencia, los consejos, etc. Y continuó: “a mí me hubiese gustado que mis hijos y nietos hubieran tenido a un profesor como usted”, ¡Hoy no abundan!
Le respondí, que le agradecía por sus palabras, pero que si seguía recordándome “tiempos mozos” se me iban a aguar los ojos. Posiblemente no pudo apreciar mi sonrisa “amurallada” por capas de tela para evitar algún posible contagio y me retiré. Ya en casa pensaba, “por lo visto hice un buen trabajo”.
Esa noche me costó dormir; en la cabeza me rondaba aquella oración “me hubiese gustado que mis hijos y nietos…”, y reflexionaba: ¿por qué no poder continuar dando clases a estudiantes universitarios, a docentes –mediante capacitaciones–?, ¿o es que acaso la jubilación responde a la “crónica de una muerte anunciada”?
¿Las instituciones no visualizan el potencial de tantas personas –y me excluyo, por educación– valiosas, expertas, profesionales, que por los años de experiencia resultaría un prestigio tenerlos presencial o virtualmente ante estudiantes (de pregrado o posgrado)?
Algunas instituciones invitan a estas personas a impartir conferencias magistrales, a clases regulares –bajo la condición de servicios profesionales–, asesorar, pero, ¿y en los tiempos actuales, de confinamiento, donde el riesgo es mayor para los adultos, en cuanto a contagio? La respuesta es sencilla: ¡Es el momento ideal para que ellos trabajen desde la casa!
¡Es un beneficio mutuo!, “transmitir conocimientos, valores, vía internet con docentes de LUJO” y para el docente, continuar en lo que simplemente ama: educar”; Tal vez los tomadores de decisiones, no coincidan con lo antes expresado, que por supuesto respeto, pero no comparto.
¡Cuánta inteligencia se pierde! ¿Cuántos de mis excompañeros, han dejado de ser escuchados? (por razones muy disimiles), pero además con un don común: ser exigentes, exquisitos en su actuar, muy competentes en el manejo de la tecnología TIC (a pesar de los años), con avales en el campo de la pedagogía por diplomados y postgrados, títulos académicos de especializaciones, maestrías, doctorados; muy queridos por sus discípulos e inclusive reconocidos en un sinnúmero de ocasiones por su desempeño en cada período académico.
A raíz del COVID, hubo personas (?) que consideraron, de manera nefasta, que era momento oportuno para deshacerse de las personas mayores –estableciendo un paralelismo, tal vez no el mejor–, pero por favor, reflexionen, (a los que les corresponde) y ¡rescaten a la experiencia, hecha docentes!

El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.

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