La pasada semana en la población de Uncía, en un acto carnavalero de esa región, apareció el que fuera presidente 14 años consecutivos del país, en campaña proselitista, acompañado de sus adherentes con banderas y demás fanfarrias, provocando que un indígena que ejerce funciones en la Alcaldía de esa localidad, le retire la silla donde pretendía sentarse el dirigente de los cocaleros del Chapare cochabambino, en un hecho más de repudio al apresurado dirigente del populismo-socialista.
El campesino que le retiró la silla fue, por supuesto, víctima de una feroz agresión física de los que hacían prematura campaña electoral con Evo Morales, y expulsado con su familia de su ayllu y confiscados sus bienes, en un acto absolutamente ilegal, por la mal entendida “justicia comunitaria” que vulnera elementales derechos humanos.
Pese a que estamos a una distancia de más de dos años de las elecciones de 2025, quien en noviembre de 2019 renunció a la larga e inconstitucional presidencia de tres gestiones sucesivas y huyó amparado por el populista presidente de México, Manuel López Obrador, que le envió un avión expreso para facilitar su huida, está en plena campaña electoral, con la pretensión de volver al poder que tanto añora. Ya meses antes de su caída, en una entrevista del periódico mexicano “La Jornada” declaró que no estaba preparado para dejar el poder.
No cabe duda que quien ha ejercido el poder por largo tiempo, por encima de los frenos legales que limitan este ejercicio, y que cree que ha sido predestinado a ejercerlo de por vida, pretenda retornar al ejercicio del poder, amparado en cuantiosos recursos económicos originados en los sobreprecios de las obras públicas de sus gestiones, una estructura de poder que ha copado todas las instituciones del país y que pervivió y co-gobernó incluso con el gobierno transitorio de la señora Jeanine Añez, quien sufre una detención ilegal, acusada de un supuesto golpe de Estado, que nadie cree, pero que es la “cantaleta” del actual gobierno del mismo partido.
Una de las características del sistema democrático de gobierno, es sin duda la alternabilidad en el ejercicio del poder, principio que garantiza a la sociedad el no sometimiento a una dictadura, pues cuando un gobernante ejerce el poder por mucho tiempo, cree que el país es cosa propia y su voluntad se pone por encima de la voluntad general del pueblo, que en ejercicio de su soberanía, acude cada cierto tiempo a elegir a su gobernante, y las normas que rigen el Estado, como la Constitución, señalan límites al tiempo de ejercicio del poder, como otra garantía al derecho soberano del pueblo.
Lo llamativo de esta prematura campaña electoral del dirigente cocalero, es que no ha rendido cuentas a la sociedad por su larga gestión, con cerca de un centenar de muertos por motivos de represión, administración discrecional de recursos públicos, actos señalados de corrupción y otros que en una larga lista circulan en las redes sociales. Por el contrario, fue beneficiado con un decreto de amnistía dictado por el actual gobierno.
La renovación en la dirigencia política, es una medida muy saludable para una sociedad, que permanentemente está en un proceso de renovación, de innovación, de reciclaje, cambio y movilidad social, pues el caudillismo se torna conservador, arbitrario y absolutamente personalista, convirtiéndose en un freno al normal desarrollo social. Nada es más beneficioso para el pueblo, que nuevos aires renovadores de líderes, ideas, programas y figuras, que hacen posible el cambio y la renovación.
Los problemas de la hora presente son agudos, en lo económico, político y social, pues nuestra sociedad está dividida y la intolerancia, que es parte del esquema de poder, es la medida del régimen populista que nos gobierna 16 años, y antes de adelantadas campañas electorales que solo van a dividir y enfrentar aún más a nuestra sociedad, debemos buscar salidas concertadas ante estos problemas, aunque sea sólo para mitigar los efectos de la crisis.
El autor es Abogado, Politólogo, escritor y docente universitario.