Cada generación de la raza humana en algún momento tiene el propósito de cambiar, de trocar lo malo con lo bueno, para beneficio individual y colectivo. Y es que, por conocimientos y experiencias, se llega a la certidumbre y convencimiento de que, sin cambios, el ser humano será con frecuencia objeto de políticas erradas que, al ser elaboradas por corrientes contrarias a los mandatos de Dios, solamente conseguirán que los males que pululan por el mundo sean parte del diario vivir, en detrimento de la misma raza humana. El ser humano por su naturaleza de falibilidad no puede dejar de ser una especie contraria a sí misma; por ello mismo actúa por instinto y solo atenido a sus propios dictados.
Pero conforme pasó el tiempo, el ser humano ha visto que debe cambiar de actitud, para su propio beneficio y de los demás, en caso contrario aparece como enemigo de su propia naturaleza. Si no encuentra medios para cambiar su forma de ser, en pro de su familia y de las personas a las que se debe, nada bueno se podrá esperar. Entonces, corresponde que el entorno social mismo coopere con él para conseguir que efectivamente los cambios se produzcan y de este modo llegar a conclusiones favorables para su vida. De otra manera el ser humano puede volver a la condición primigenia de salvajismo, en cuya situación no se podrá mejorar las condiciones de vida, de acuerdo con el siglo en el cual vivimos. No puede haber cambios si no hay propósitos de enmienda, es decir, deseos y decisión de variar en buen sentido la forma de ser y obrar. En todo caso, tienen que prevalecer las ansias de encontrar los caminos aptos para tener vidas constructivas y favorables para una convivencia pacífica.
Como en épocas pasadas, el cambio interior en el ser humano es urgente, considerando que en el mundo son permanentes los conflictos sociales, las guerras por problemas territoriales o por sentar hegemonía, el retorno de enfermedades que se creía eliminadas, así como la aparición de otras, cuyo origen en algunos casos todavía es desconocido y muchos otros problemas de diversa índole.
Ante este sombrío panorama, se requiere individuos despojados de egoísmo e intereses malsanos, que actúen de manera solidaria en beneficio de sus semejantes y contribuyan a una labor esencialmente constructiva, ya que solo así se podrá avanzar hasta llegar al verdadero camino del progreso continuo.