viernes, septiembre 27, 2024
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Miedo y expectativas detrás del tipo de cambio

Sergio Pablo Garnica Pantoja

Hoy analicemos dos condiciones detrás de las decisiones de cambiar pesos bolivianos por dólares. El miedo es, en esencia, la bifurcación de las decisiones, o bien sirve de catalizador, o bien paraliza nuestras acciones, en cualquier caso, opera un concepto transversal en el lenguaje económico conocido como: “aversión al riesgo”.
Para ejemplificar este concepto le propongo, amable lector, la siguiente apuesta: por mil bolivianos lanzaré una moneda, si sale cruz le entrego mil bolivianos, pero si sale cara me quedo con sus mil bolivianos. La mayoría de la población rechazaría este tipo de juego, a pesar de que tiene un 50% de probabilidad de ganar, eso se debe a que en gran parte de los seres humanos la utilidad o felicidad que nos da el dinero es decreciente, es válido pensar en el viejo aforismo: “el dinero no compra la felicidad”, por eso se rechaza el juego, la felicidad que me dará ganar es menor al riesgo de perder mi dinero, existe miedo y rechazo al riesgo.
Un contraargumento al ejemplo que se propuso es para una menor proporción de la población, de ese segmento capaz de comprar un equipo de fútbol y de pagar en dólares por refuerzos internacionales. La aversión al riesgo de estos individuos es menor por el nivel de sus ingresos o por la impunidad jurídica de la que se saben dueños y, por tanto, están más dispuestos a tomar riesgos o a aprovechar oportunidades.
Ahora piense en las advertencias que lanzaron los jerarcas y analistas del gobierno sobre la demanda de dólares, algo así como: “el tipo de cambio en Bolivia se mantendrá invariable y que, quienes ahora están comprando dólares “caros”, como consecuencia de una especulación derivada de “rumores”, perderán dinero”. La población de menores ingresos tiene más aversión al riesgo, por ende, más dispuesta a sacrificios para evitarla, el anuncio de pérdidas paralizará su poca o nula adquisición de dólares; pero sin duda no detendrá o incluso puede acelerar la toma de decisiones en el tramo de ingresos altos.
Se puede advertir una ineficiente gestión del riesgo por parte de los ocupantes del poder. Las recientes medidas para paliar la caída de las Reservas Internacionales Netas (RIN), sumadas a las inertes, incluso molestas, réplicas de funcionarios y autoridades al tratamiento que analistas hacían sobre las RIN, no logró más que exacerbar las expectativas del público.
Supongamos que lo que enfrenta la población, sobre todo la de ingresos altos, como expectativas es en realidad su desconocimiento de las características personales de una contraparte, en este caso los funcionarios públicos encargados de la economía nacional.
Describamos como características personales a las políticas que efectúan los funcionarios públicos y le asignemos un parámetro (letra griega Theta), pero también el público sabe que los hacedores de política tienen buenos y malos días, por ejemplo, tienen buenos días cuando el dato de inflación es bajo y tienen malos días cuando analistas dicen que su manejo de la economía es deficiente o se enfrentan a caídas de RIN, esto lo vamos a describir como un shock temperamental (letra griega delta) y se va a reflejar en el desfile de los funcionarios públicos por los medios de comunicación y con una elevada actividad de los “guerreros digitales” (vale reírse).
En definitiva, lo que ven los agentes económicos es más y pueden elaborar una teoría para disminuir la incertidumbre que enfrentan. Si ven un valor alto, sabrán que hay una inusual actividad en las políticas efectuadas y que los funcionarios públicos no están teniendo un buen día, la lógica, la intuición, en síntesis, su racionalidad los llevará a demandar más dólares, por más que el Gobierno diga que no se modificará el tipo de cambio, recordemos que es un segmento de la población cuya aversión al riesgo es menor y difícilmente modificarán sus expectativas hasta que no vean un valor bajo en los parámetros que elaboraron o de lo que se considera normal.
Como puede deducir, el poder del miedo y las expectativas que engendra es producto de señales muy ruidosas que no permite al público entenderse entre ellos en el mercado, pero lo que es peor, entenderse con su contraparte, los hacedores de política. También es válido pedir coherencia entre los que ostentan el poder y el “gran hermano” con la compra de jugadores y sus opiniones acerca de la política económica.

El autor es Analista Económico y Financiero.

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