lunes, septiembre 2, 2024
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La economía de Bolivia entre muros

Parte II

En el libro de Arce Catacora “El Modelo Económico Social Comunitario Productivo Boliviano” se lee en la página 201: “En efecto, el nuevo MESCP es esencialmente un modelo redistribuidor del ingreso, donde el Estado tiene la tarea de redistribuir el excedente económico apropiado (…), para impulsar la producción (…), la industrialización de los recursos naturales, (…). (…) este proceso redistributivo va a fortalecer la demanda agregada interna del país (…) en la tarea de la generación de crecimiento y desarrollo económico en nuestro país”.
La realidad en 2023, después de 16 años de gobierno del MAS y de un empujón inicial, y considerando el efecto de la pandemia y la actividad económica después de ésa, es que Bolivia está estancada. Bolivia sigue subdesarrollada y débilmente industrializada, es la más
subdesarrollada de Sudamérica –en eso le gana a Guyana–, con el más bajo ingreso per cápita. Una realidad que no se puede atribuir al “imperialismo de occidente”, sino más bien al despilfarro, a la mala gestión y al robo de los más de 90 mil millones de dólares de ingresos en la época de bonanza entre 2007 y 2014.
La de Bolivia es una economía dependiente de la explotación de recursos naturales y consumidora de productos de economías más desarrolladas. La participación del Estado en la economía boliviana se la prioriza contra la inversión privada. La industria está rezagada:
entre 2010-2019, el Producto Interno Bruto de la industria manufacturera fue, en promedio, de 4.39%. Es un país de importaciones superavitarias, tiene déficit en la cuenta corriente desde 2014, con alguna excepción. Por lo tanto, sigue siendo un país deudor con una moneda tendencialmente sobrevalorada.
Si bien es una economía estable desde la implementación del DS 21.060, no es contratable a nivel internacional y ahora más que nunca su estabilidad depende de propuestas de préstamos multilaterales y bilaterales, de unos 800 millones de dólares, para evitar la explosión de la crisis de liquidez. ¡El sistema capitalista le dará oxígeno al paciente que sufre de infarto comunitario productivo!
Inversiones del sector privado, así como inversiones extranjeras directas son irrelevantes para un desarrollo económico. De 2006 a 2021, la inversión privada, incluida la inversión local y extranjera, representó un promedio del 7% del PIB. La inversión pública creció a una tasa mayor, alcanzando una anual media del 12% del PIB. La “Suiza de Sudamérica” de García Linera y otros sonámbulos masistas solo existe en su fantasía desubicada y con mayor probabilidad en sus cuentas de ahorro en dólares.
La situación económica es dramática y la data vence a la narrativa ideológica arcista-masista. Las reservas internacionales de Bolivia se agotaron por una combinación de un gran déficit fiscal sostenido monetizado por el Banco Central. El control de capital de facto, con la prohibición de la venta de dólares y venta directa del Banco Central a goteo, salva al Gobierno de Arce temporalmente de un descalabro monetario, y él lo sabe. La situación económica-monetaria se puede resumir de esta manera: Arce Catacora y su gobierno se estrellaron contra el muro de su propia miseria política económica.
Arce busca desesperadamente su sobrevivencia política y la de su modelo hasta las elecciones generales de 2025. Tiene pocos caminos para ello, la deuda externa multilateral o bilateral. O en último caso, meter la mano al Fondo de Jubilación, rifándolo. Hasta entonces él le debe poner a diario una vela a Xi, el Premier de China, para que la inversión china en el Salar de Uyuni le dé muy pronto los primeros réditos para mantener la nariz de su modelo encima del agua.
Si no toma las medidas fiscales correctas y si no deja de ver al mercado internacional como enemigo natural de su ideología, la crisis de liquidez se convertirá en una cambiaria e inflacionaria, llevando a Bolivia a una crisis de solvencia. De empeorar la crisis, políticamente hablando, este Gobierno no tiene más alternativa que la de convertirse en una dictadura tipo Nicaragua, quemando a una generación y hundiendo a la paupérrima oposición política y a Bolivia en la miseria.

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