José Antonio Navia Alanez
Cuando uno observa lo que está pasando en este mundo, roto, fragmentado, moldeado por las tendencias conflictivas de la globalización, el extraordinario progreso técnico, la ansiedad por la guerra, la pobreza extrema, los odios y motines raciales, la sociedad opulenta, etc., todas estas pasiones y determinaciones pueden acarrear grandes problemas a la humanidad. La insensatez de los acontecimientos mundiales es tal, que la humanidad va deslizándose paulatinamente por la peligrosa pendiente, bajo el empuje que le presiona de un modo inexorable hacia el abismo.
La crisis que está pasando la humanidad no está en el mundo, sino en nuestra conciencia. No se trata de poner fin a una guerra, o de reformar universidades, o dictar nuevas leyes, cualquier reforma trae más complicaciones, la crisis está en la mente de los gobernantes, en su conciencia y si ellos quieren responder a esta crisis, de modo consciente o inconsciente, tiene que haber una comunicación, de los unos con los otros. Por lo tanto, es urgente y vital hacer un alto, a estos problemas de la guerra; pero dónde encontramos la fuerza espiritual que nos lleve a generar cambios significativos. Es posible que las opciones cristianas nos ayuden a hacer un viaje.
En el Nuevo Testamento, en el libro de (2Timoteo 3:16-17) Dios nos hace una recomendación. “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil, para enseñar y reprender, corregir y educar en una vida de rectitud, para que el hombre de Dios esté capacitado y completamente preparado para hacer toda clase de bienes”. En el mundo actual las grandes potencias mundiales, están en una carrera armamentista para dejar sentado quién es el primero. Dicen “nosotros tenemos la bomba atómica moderna”, pero esta no es un arma de victoria, sino de destrucción de las grandes ciudades, destrucción de las cosechas y muchas enfermedades. No olvidemos que una nueva guerra mundial, traerá la ruina y destrucción de gobiernos y ciudades, “porque una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otra; y habrá hambres y terremotos en muchos lugares” (Mateo 24 – 7).
Por todo lo que está pasando la humanidad, debemos preguntarnos cómo mira el mundo con los ojos de Dios. No debemos olvidar, que el plan de Dios para la humanidad, es el establecimiento de su reino, de amor, paz, justicia y vida plena. Qué mensaje podemos dar para disminuir las tensiones entre los países que están en conflicto. Una de las opciones prácticas, sería una reunión de representantes de las grandes potencias, para redactar una declaratoria enumerativa de las penalidades a que están expuestos todos los beligerantes. Lo más importante sería redactar un documento enunciativo de los resultados probables de una guerra mundial, sabiendo que las armas de guerra son instrumentos que conducen exactamente a la total derrota de los bandos. Por consiguiente, en esta reunión de gobernantes solo se podrá discutir las hostilidades en uno y otro campo.
En texto bíblico, en el libro de Santiago habló sobre las guerras. “¿De dónde vienen las guerras y peleas entre ustedes?”. Pues de los malos deseos que siempre están luchando en su interior. Ustedes quieren algo y no lo obtienen; matan, sienten envidia de alguna cosa, y como no la pueden conseguir, luchan y se hacen la guerra. No consiguen lo que quieren, porque no se lo piden a Dios; y si se lo piden, no lo reciben porque le piden mal, pues lo quieren para gastarlo en sus placeres”. (Santiago 4:1-3).
La salvación del mundo, no está en el disfrute de los bienes materiales, sobre los beneficios de los valores económicos o el poder de las fuerzas armadas delos países. La salvación está en acercarnos más a Dios, en estos momentos de angustia, y lágrimas que está pasando la humanidad por causa de la guerra entre Rusia y Ucrania. Por todo lo que estamos viendo y escuchando tenemos que construir un mundo enteramente distinto al de hoy; lleno de manías, conflictos, un mundo cruel, brutal y violento. El mundo está en una confusión tan espantosa, en un estado tan alarmante, que tenemos que ser revolucionarios, en el sentido de que tiene que realizarse en nosotros una honda revolución interna, para que seamos un ejemplo de paz, estableciendo la armonía entre nosotros mismos. Pues en nosotros es donde comienza la guerra, no lo olvidemos, por todo esto debemos cultivar en nuestros corazones el amor, por todos los seres y cuando los humanos se amen de esta manera, la sociedad estará basada en la disciplina natural del amor y respeto.