Vivimos en una sociedad cambiante, que plantea nuevos retos para mejorar la calidad de vida de las personas, porque estamos ante problemas socioambientales y se necesita un cambio de perspectiva en la educación de las nuevas generaciones. Pero en la escuela y en los hogares se sigue con prácticas educativas tradicionales que ya no son adecuadas para el tiempo actual. Y es que hoy tenemos una sociedad conflictiva y en decadencia.
¿Pero cómo surge la insatisfacción en individuos de nuestra sociedad? Puede ser que las generaciones actuales fueron educadas con base en el premio y el castigo. El premio consiste en proponer un incentivo a cambio de que una persona adopte una conducta, o realice una acción determinada; en cambio el castigo es la privación de un beneficio. En otras palabras, practicamos la teoría del condicionamiento clásico, del fisiólogo ruso Ivan Pavlov, donde prima el estímulo respuesta.
En los hogares se aprecia estas acciones cuando los padres emiten palabras como: “Si no comes tus verduras no hay postre”, “Si no realizas la tarea no sales con tus amigos”, “Si no ayudas a tu madre no hay mesada”, “Si te portas bien te lo compro un celular”. Así se puede mencionar numerosos condicionamientos con base en el premio y castigo. Pero esto es nefasto y negativo para los hijos, porque ellos se dan cuenta que no es necesario un condicionamiento para obtener un premio. Además, con el paso del tiempo, este poder de restricción de los padres se va perdiendo, porque el niño crece y poco a poco puede obtener por su cuenta el premio que le fue negado.
Lo más crítico del condicionamiento con premios y castigos está en que sin darnos cuenta les hacemos ver a los niños que lo bueno es malo y viceversa. Por ejemplo, al decir “si no ayudas a tu madre no hay mesada” condicionamos al niño a que solo ayude a su madre por el dinero. Y cuando él pueda obtener dinero por su cuenta, no ayudará a su madre. Y será más grave si estas acciones fueron empleadas como castigos que afectaron emocionalmente al niño. Aquí como padres reforzamos la idea de que ayudar debe ser a cambio de algo y es un mal necesario para obtener dinero. Por eso más adelante nuestros hijos nos abandonan o descuidan porque ya no les podemos ofrecer dinero o vienen de visita solo por premios que tenemos en nuestro poder, que pueden ser nuestros bienes.
Entonces en los hogares no estamos educando con cara al futuro, solo estamos logrando que los niños realicen ciertas acciones por el momento y siempre a cambio de algo. En el futuro esto afecta de gran manera a las personas, porque ya no actúan por voluntad propia, sino siempre buscando un premio.
Educar a nuestros niños es asumir la paternidad con un amor inmenso, con visión que nos permite guiarlos, enseñarles y motivarlos, quitando los condicionamientos con premios y castigos, que nos lleva a ser padres que imponen, ordenan y amenazan. Se debe buscar que nuestros hijos elijan lo que nosotros queremos enseñarles para que sean personas de bien en el futuro. Y para esto se necesita pasar tiempo con ellos, porque se necesita hablar, compartir, vivir experiencias juntos. Solo así podremos dar razones y hacer que todo esto sea electo por voluntad propia de nuestros hijos. Así aprenderán a elegir desde niños, aunque con mil errores, pero de mayores tendrán la capacidad de escoger un buen camino, gracias a una educación con calidad y calidez humana.
El autor es Docente investigador.