domingo, julio 28, 2024
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El ajedrez y subjetividades

En la subjetividad de muchos de los jugadores del deporte ciencia, se mueven torbellinos de pensamientos, sentimientos y emociones, antes, durante y después de una partida de ajedrez. Presumimos que, sin verbalizar palabras, los jugadores expresan lo siguiente: Cada vez que tengo la oportunidad de apostar un desafío, me gusta llevar en mis brazos el tablero y sus piezas blancas y negras, o simplemente cargarlos en mi mochila. Cuando abrimos el campo de juego (tablero), parece que emana un sabor especial que con ganas absorbemos por nuestras fosas nasales, degustando las ansias de comenzar varias partidas.
Antes del inicio del juego, escuchar ese sonido especial de las piezas del ajedrez es un gusto único, caídos indefensos sin vida en el tablero. Y cuando vamos armando o ubicando en sus posiciones cada ficha, parecen recobrar vida, en tierra firme: torre, alfil, caballo, rey, reina y peones. Cuando emprendemos juego, observamos dos mentes absolutamente concentradas en el movimiento de cada pieza, mirada fija en el campo de batalla o tablero demarcado por 68 cuadraditos de color blanco y negro.
Iniciar el primer movimiento, jugar, es como medir vigor físico, mental, entre dos contrincantes, conducir a las piezas del ajedrez hasta la victoria, captura o buscar la rendición definitiva del rey, que suele sobrevivir a todos los ataques hasta que no tiene otro medio que rendirse y caer vencido, sin posibilidad de movimiento. En el desarrollo del juego, me gusta saltar o capturar las piezas rivales montado en un caballo atrevido, gallardo y galopante, que siempre anda por un camino semejante a la letra ele. También me gusta la reina, por su valentía de salir a la batalla por todos los brincos: horizontal, vertical, diagonal, para derribar a sus rivales en defensa del rey.
Aunque es muy complicado abrir camino en el comienzo del juego, la torre me gusta porque amenaza y desafía a débiles peones, que en una partida están destinados premeditadamente al sacrificio. A veces, el alfil por descuido mental y mirada pensada, es presa fácil y captura del caballo, torre, reina o de algún soldado peón rival. El peon, después de un brinco de dos casillas al iniciar la partida, avanza hacia el frente paso a paso, soportando sin retroceso amenazas, sacrificios y muerte por salvar a sus superiores del juego, cubriendo la espalda de la torre, alfil, caballo, reina y rey.
No me gusta un rey que es flojo y pesado, que sólo espera protección constante de sus subalternos; lento porque tiene la posibilidad de moverse en todas las direcciones, pero avanzando solo un cuadradito, exigiendo sobreprotección extrema. Y todos tienen la obligación de protegerlo hasta el sacrificio, porque en caso contrario se pierde la partida o batalla intelectual. Deporte ciencia que también está evolucionando en su concepción y teorías como el de callar o advertir al rival con la expresión de “jaque mate”, ya no existe ese término. Entonces, invitamos a jugar una partida de ajedrez con mucha inteligencia y sentimiento ganador.

El autor es pedagogo y escritor.

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