René Consto Apaza Larico
Parte I
Una de las ideas más fuertes en los últimos años con respecto a la educación, es que ésta no termina con la entrega de un título universitario, ni siquiera uno de posgrado. Para un estudio realizado por la firma de marketing educativo CarringtonCrisp y la Fundación Europea para la Administración de Desarrollo (EFMD por sus siglas en inglés) se encuestó a 2.849 graduados en 82 países. El estudio encontró que el 48 % de las personas encuestadas quisieran que antiguas escuelas ofrecieran más oportunidades de aprendizaje continuo. Casi el 64 % no está enterado de cuáles son las opciones que sus universidades tienen para continuar su aprendizaje. Tomando en cuenta este panorama, a mediados de 2022 la UNESCO recibió el compromiso de más de 140 países para habilitar, respaldar y promover el aprendizaje a lo largo de la vida.
El aprendizaje a lo largo de la vida es un concepto que coloca al aprendizaje más allá de las instituciones educativas y a su alrededor, han surgido prácticas y modelos en el mundo de las últimas décadas. Desde el reporte de Aprender a ser (Faure 1972), se retomó la crítica de los años sesenta a la educación formal, por escritores como Iván Illich, Paulo Freire, Everett Reimer y otros, que promovían que la educación dejara de ser el privilegio de una élite, o un asunto de un único grupo de edad. En cambio, debería ser a la vez universal y permanente.
Posteriormente, el Informe Delors (1996), La educación encierra un tesoro, advirtió el aprendizaje durante toda la vida como el «latido» de una sociedad que se basa en cuatro pilares: Aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser, y pronostica un aprendizaje de la sociedad en la que todos puedan aprender de acuerdo con sus necesidades e intereses individuales, en cualquier lugar y en cualquier momento, de una manera libre, flexible y constructiva.
El término acuñado por la Unesco en los años setenta y ochenta fue: Educación a lo largo de la vida. Sin embargo, en 1996 la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) así como el informe Delors enfatizaron nuevamente la importancia del aprendizaje. Por ello la Unesco retomó el término de aprendizaje a lo largo de la vida y hoy con ese nombre es conocido en la mayoría de los países.
Las Conferencias Internacionales de Educación de Adultos (CONFINTEAS), particularmente la quinta en Hamburgo y la sexta en Belém, afirman su importancia en todas las formas de educación. En las metas 2021 de la Organización de los Estados Iberoamericanos (OEI) se encuentra bajo el concepto de educación a lo largo de la vida y representa la meta general séptima.
La Educación de Personas Jóvenes y Adultas no ha sido ajena a la expresión “aprendizaje a lo largo de la vida”, que fue impulsada en la V CONFINTEA, celebrada en Hamburgo en 1997, y alrededor de la cual surgieron diversos planteamientos que fueron la fuente para el establecimiento de políticas educativas de instituciones nacionales y organismos internacionales como el Instituto de la Unesco para el Aprendizaje a lo Largo de Toda la Vida (UIL). Pero ¿cuáles fueron los orígenes y los significados que se le atribuyen a esta frase?, que por su importancia no puede pasar desapercibida para quienes hoy se ocupan de los aspectos teóricos y prácticos. Estos antecedentes y dos líneas de pensamiento se encuentran en diferentes contenidos.
La primera línea de argumentación le otorga un lugar preponderante al aprendizaje a lo largo de la vida; se orienta a la creación de nuevas condiciones de formación laboral y profesional que permitan a las actuales y futuras generaciones de jóvenes y adultos, ajustarse a las exigencias económicas que impone la racionalidad capitalista neoliberal, y la segunda, preserva el término de educación a lo largo de la vida en sus dimensiones axiológicas, económicas, políticas y socioculturales en una perspectiva integral. Sin pretender ahondar en estos dos puntos, el propósito es suscitar en nuestros lectores la discusión y profundización sobre la disyuntiva entre educación y/o aprendizaje a lo largo de la vida, mediante colaboraciones que enriquezcan esta temática y se traduzcan en opciones de cambio educativo. Y es que, no obstante que en la región latinoamericana y caribeña existen contribuciones importantes, queda mucho por esclarecer y, más aún, emprender acciones que hagan de la educación un derecho social, sin que ello signifique detener la marcha incesante de aprendizajes que permiten, en todo momento y lugar, afrontar los problemas de la vida individual y social.
Los orígenes de la expresión del aprendizaje a lo largo de la vida, se remontan a la corriente de pensamiento denominada “educación permanente”, promovida en la década de los setenta. Aprender a ser, a fin de dar respuesta desde un punto de vista filosófico y humanista a la crisis educativa de los sistemas educativos nacionales de aquellos años. Uno de los fundamentos de esta corriente cuestionaba el concepto tradicional de tiempo educativo, limitado a una determinada edad o etapa para ingresar al sistema escolarizado. El concepto de espacio educativo —reducido a los recintos escolares y formales—, también fue cuestionado, al proponerse lugares más allá de los muros de las escuelas y en tiempos flexibles, propiciando el surgimiento de los sistemas de enseñanza abierta y a distancia que ampliaron las oportunidades de acceso a la educación de grandes sectores de la población adulta, excluidos de la educación formal en sus diferentes niveles.
Conceptos como ciudad educativa, co-educación, desescolarización, reciclaje, aprender a aprender, democratización de la enseñanza, entre otros, configuraron las bases para impulsar la educación permanente que tuvo una influencia en los países latinoamericanos y diferentes modos de adopción, sin dejar de lado posturas críticas. Años más tarde, con la emergencia de los procesos de globalización, la sociedad del conocimiento y las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI presentó a la UNESCO en 1996 el Informe titulado La educación encierra un tesoro, texto en el cual se revalora el propósito de la educación sustentada en cuatro pilares:
- Aprender a aprender (descubrir en los sujetos sociales las capacidades y talento para desarrollarlas al máximo).
- Aprender a hacer (ir más allá de las habilidades técnicas o profesionales adquiridas mediante competencias específicas como el trabajo en equipo, la capacidad de iniciativa y asumir riesgos).
- Aprender a vivir juntos (reconocer o descubrir al otro para aprender a convivir pacíficamente y al mismo tiempo movilizar valores como la tolerancia, el respeto y la solidaridad).
- Aprender a ser (síntesis de los aprendizajes antes mencionados que confluyen en la formación de personas íntegras, con la suficiente autonomía, libertad, responsabilidad, creatividad y juicio crítico para comprender la realidad social y tomar decisiones apropiadas a lo largo de la vida).