domingo, septiembre 29, 2024
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Indiferencia boliviana en el Día mundial de los océanos

Víctor Hugo Rodríguez Torrez

El 1 de octubre de 2018 es fecha humillante para los bolivianos y que se equipara con el 20 de octubre de 1904/31 de enero de 1905, porque nos dejó por vía jurídica-judicial, ínsita en el Derecho Internacional Público, sin posibilidad certera de alcanzar la justicia marítima universal. Desencantó el resultado que emanó de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, contra el anhelo de siete generaciones connacionales para reingresar a los océanos.
Una secuencia de falsas promesas y estrambótico patrocinio gubernamental para traer el mar desde la CIJ, ahogó a dicha esperanza. Al “gobernante” que piloteó la demanda, empero, el conciliábulo innoble, le hizo chambonear en la cita oceánica fatal. Tenía la carta brava bajo su manga, con la que desvió la atención pública, neutralizando la indigestión frustrante. A pocas horas de la goleada judicial que nos propinó la contraparte, el encargado de “conducir” las relaciones exteriores, según su encaprichada CPE, extrajo el anuncio del pago del doble aguinaldo, ocasionando una carnestolendas laboral y que, de un día al otro, reviró por la borda la mayúscula expectativa que horas antes animaba la buena fe de los bolivianos, respecto a la probable negociación marítima. Las instituciones “fundamentales” y otras que entre fanfarrias y solemnidades enunciaban el deber de recuperar el mar, permanecieron inmutables tras el fallo terminal.
Zozobraba la presencia nacional costera ante la vecindad global.
Los océanos producen más del 50% del oxígeno y 70% de humedad en el planeta y es fuente de sustento de más de 1.000 millones de personas. Las industrias marítimas emplean más de 40 millones de trabajadores.
Hoy, cuando estamos en otro tiempo y en búsqueda de equilibrios en la relación con los sistemas marinos, precisamente perdiendo tiempos técnicos-tecnológicos irrecuperables, moviéndonos en un folclorismo desbordado, la ineficiencia administrativa, con desubicada “política” internacional y otras vicisitudes nocivas para Bolivia, obediente al mandoneo extracontinental y ultramarino, le vale un “berlín” al país festivo el crucial tema apabullado judicialmente en La Haya.
El nefasto resultado, de modo alguno quiere decir que la minoría de los estoicos bolivianos consubstanciados con la irredenta demanda –a quienes siempre dolerá la ausencia final del mar— deje de lado la situación del re-encierro.
“Garantizar océanos sanos y productivos es nuestra responsabilidad colectiva y de consuno. En este día, insto a unirnos para revitalizar nuestros mares y océanos” apunto el secretario general de la ONU, António Guterres.
Los bolivianos, viajeros modernos, quienes transitan y se afincan en otros continentes, ven desde el aire los océanos y solo Dios sabrá si se conmueven con el susodicho enclaustramiento.
Naciones Unidas instituyó para cada 8 de junio el Día Mundial de los Océanos, involucrando a la humanidad en su derecho a pertenencia, incluyendo aquellas sociedades físicamente mediterráneas, es decir, las que jamás tuvieron costas sobre los mares mundiales –por ejemplo, Suiza, Hungría, Austria, Andorra, Luxemburgo, Liechtenstein, República Checa, Eslovaquia, Mongolia, Bielorrusia, Kazajstán. Turkmenistan, navegan irrestrictamente en aguas internacionales con flotas mercantes propias–.
Bolivia, fue Estado marítimo hasta 1879, convertido luego en el más antiguo litigio del orbe del siglo antepasado, y que aún sin mar –por su inclinación y gravitación natural sobre las aguas del mayor de los océanos del mundo, corresponde al Estado boliviano enhiestos los derechos a la oportunidad por un arreglo marítimo civilizado, justo y útil. Estamos en la era en la que se habla hasta el hartazgo de integración, “hermandad” y la siempre decantada “buena vecindad”, según las conveniencias foráneas, expresadas contra toda forma de solución oceánica para nuestro país.
En el Siglo 21, cuando las clásicas doctrinas geopolíticas agotan sus pilas y contenidos, el Objetivo Nacional Boliviano Océanico, aunque fuese parcial, debe ser permanente.

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