lunes, septiembre 30, 2024
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Las cosas cuestan

¿Qué no hace un padre o madre por un hijo o hija? Al menos le garantiza lo básico: alimentación, vestuario, salud, educación. El orden posiblemente sea el correcto, no lo sé, porque  si bien depende de la decisión de la pareja, o de la vida de cada cual, por ser madre soltera (o padre), por factores económicos, porque la alimentación no alcanza para todos, antes lo encarecido de la vida, porque la familia es numerosa, no teniendo en cuenta una adecuada planificación familiar, en correspondencia con lo que puedo garantizar y lo que no puedo garantizar, de ser así, cualquiera de los cuatro primeros elementos podrá verse afectado, ¿alimentación, vestuario, salud o educación?

Muchos han sido, son y serán (desfavorablemente) los que descartan el factor educación, como primera opción: Cuando “el cinturón aprieta” hay que trabajar, “ya luego veremos la escuela”, espectro amplio donde caben todas las edades y en el caso de niños, jóvenes y adultos que bien no entran a estudiar o salen de estudiar al menos por un tiempo. ¿Y cuándo vengan los primeros aires de bonanzas? ¡A la escuela!

Queda claro, clarísimo, que la escuela no es la única institución responsable de la educación. Primero la familia y es ahí en el seno familiar (padre, madre, abuela, abuelo, tío, tutor, hermano, hermana) justamente donde deben inculcar en los menores, lo que hacen los encargados de cuidarlos, orientarlos a ellos. De los esfuerzos, de las “piruetas” que suelen hacer, al menos en algunos momentos de la vida o de forma permanente para garantizarle ser alguien en la vida posteriormente.

Este esfuerzo falla, siendo los padres y madres los máximos responsables, cuando chinean y chinean (me incluyo, he pecado en este sentido algunas veces) de cuanta cosa pida o insinúe aparece al otro día, con la satisfacción y devolución de una sonrisa que premia, pero que carece o adolece del mensaje subliminal: La compra del regalo, me desajustó lo planificado, por una parte y por otra ¡Debes cuidarlo!, no siempre se puede satisfacer todos los deseos habidos y por haber.

De no haber conversación alrededor de este tema –siempre en la familia– posiblemente aparecerán adjetivos de insatisfacción y hasta acusaciones de ¡viejo pinche o mamá pinche! Recuerdo hace muchas décadas –a modo de ejemplo– cuando surgieron los relojes submarinos, usted podía meterse con ellos en el agua y nada malo pasaba (Nota: Hoy posiblemente todos pueden hacerlo) y le dije a mi padre que quería uno de sacar buenas notas.

Su respuesta fue el silencio. Pensé: “Sino nada dijo, seguro que se aparece con el reloj, siempre que hallan excelentes resultados, luego a estudiar fuerte”. Pero tras las buenas notas…. nada.

Nunca le dije y, por supuesto, me sentí frustrado. Años después, ya siendo adulto, terminada la universidad pública, él ya retirado, le pregunté: “Papá, recuerdas que una vez te hablé acerca de…”. No me dejó terminar; “¿Te refieres al reloj, que nunca pude comprarte? Me dejó atónito. “Sí, le contesté”. ¿Su respuesta?, muy sencilla: Había que tomar una decisión: el reloj o la ropa y zapatos de tus hermanos y hermanas para la escuela.

Es obvio, tuve que esperar a recibir mi primer salario de profesor.

 

El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.

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