sábado, julio 27, 2024
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Reveladora correspondencia

“No hay duda que desde la Guerra del Chaco el país sufre una bancarrota moral… Entiendo que su grave carta, a la que ahora doy respuesta, puede resumirse así: en el ámbito internacional la integridad territorial de Bolivia está nuevamente amenazada, mientras que en el frente interno el país se encamina a una ruina cierta debido a la inmoralidad prevaleciente, a las tendencias regionalistas y a los elementos destructivos que se hallan empeñados en alterar el orden social” (*).
Este detalle se encuentra en la carta de respuesta de Simón I. Patiño, a otra del presidente Germán Busch. Data de 25 de julio de 1939. Él, en esa ocasión, manifestó su preocupación por los problemas nacionales imperantes entonces.
Patiño se refiere, como vemos líneas arriba, a “la inmoralidad prevaleciente”. En nuestros días, esa “inmoralidad” se traduce en las frecuentes denuncias de corrupción, que empañaron, en más de 40 años de democracia, altos niveles del Estado boliviano. Sin generalizar a todos, obviamente. Hechos que impactaron, de manera negativa, en la opinión pública interna y externa. Se creía, hasta hace poco, que solo en las dictaduras predominaba la corrupción que enriquece a unos cuantos y empobrece a los más. Que ha permitido el surgimiento de nuevos ricos, como afrenta a quienes apenas sobreviven.
El regionalismo, del que habla Patiño, lo arrastramos desde los albores de la República, el que ahora confronta y enemista a la población boliviana, entre orientales y occidentales. Actitudes que restan esfuerzos y disgregan voluntades, en la apremiante tarea de forjar prosperidad, en unidad, por el bien común. Por “enguerrillamiento” se ha llegado a encarcelar a quienes piensan diferente. Son excesos propios de regímenes autoritarios.
“Elementos destructivos”, señala, son los que, imbuidos de posiciones maximalistas, han sembrado y siembran, en los tiempos actuales, pánico e incertidumbre, con medidas radicales, en el campo y las ciudades. El objetivo siempre ha sido desgastar a un gobierno, constitucional o democrático, a fin de tomar el Poder o perpetuarse en él, sin medir las consecuencias para el país. Es que inviabilizaron los cauces de la paz social, obstruyendo, como se ha visto en el pasado, las actividades productivas, comerciales e industriales.
Hoy, que conlleva una marcada falencia económica, esas tendencias amenazan a la frágil paz social. Por eso la ciudadanía vive pendiente del costo de la canasta familiar, en momentos que se agota el gas y escasea la gasolina. El detonante, para quebrantar la paz, podría surgir en cualquier momento, si no son tomados los recaudos necesarios y urgentes.
En suma: gobernantes y gobernados deberían trabajar deponiendo actitudes mezquinas, en aras de los supremos intereses de la Patria.

(*) Biblioteca del Oficial Boliviano. Comando General del Ejército: “Temas de Estudio” – Volumen XI. Empresa Editora “Universo”, La Paz – Bolivia, 4 de julio de 1974. Pág. 85.

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