domingo, julio 7, 2024
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Un buen Gobierno se aleja de la demagogia

En nombre de la sociedad, es oportuno recordar la importancia de que todo Gobierno desempeñe sus labores de administración alejado de la demagogia, la cual reaparece de tanto en tanto en el panorama político. Parecería que con frecuencia prevalece la inclinación a las prácticas de mentira y engaño, en círculos de poder. Sin embargo, ni para el Gobierno ni para la sociedad nacional es conveniente que se encare con demagogia los diversos problemas que se tiene. Es malo porque el engaño resta autoridad y crédito al Presidente y a sus colaboradores que necesitan la confianza y fe de la población. Por ello es urgente que muestren conductas dignas de quienes han ofrecido actuar con la verdad cuando estén en funciones de gobierno.

En consecuencia, en ámbitos de la política tiene que prevalecer la decisión de recuperar la confianza perdida ante la ciudadanía, porque no es posible continuar con la demagogia y el populismo que han causado mucho mal y que, además, no han dejado resquicio para que otros sectores sociales puedan ayudar a restaurar la institucionalidad, tan necesaria para la vigencia de un gobierno con autoridad y energía, que tenga como norma obrar con la verdad, con sinceridad, evitando el engaño, el maquillaje circunstancial. Parecería inútil insistir en un tema por demás trillado, cuando se habla de la demagogia que, en la práctica gubernamental, implica burdo engaño y solapada mentira.

Cada gobernante de turno, que llega al mando de la nación generalmente después de amplia experiencia política, debería tener en mente, en primer lugar, el bienestar de toda la población del país, sin cuestionables discriminaciones. En ningún caso es aceptable que dé amplias ventajas a sus partidarios y se muestre mezquino con sectores que no están de acuerdo con todas sus decisiones. Si realmente quiere proceder de manera correcta, debe alejarse de la demagogia; lo contrario significa persistir en mentiras y engaños que contradicen las promesas formuladas al asumir la conducción de la nave del Estado, salvo que persista la intención de seguir las mismas sendas de antecesores que han causado tanto daño a la nación.

Se tiene que convenir en que, si hay honestidad para gobernar, se debe obrar con honradez en lo que se dice y hace, en todo lo que compete al país y al propio gobierno. Pero, si persiste la falta de sinceridad, se augura malos resultados. No se olvida en países con mucha experiencia en ese sentido, que el populismo implica numerosas y efusivas promesas de cambio, supuestamente para beneficio general, pero pronto se descubre que busca solo favorecer a sus partidarios. Los populistas utilizan a los pueblos solo para obtener más poder político y económico, quedando los pueblos que los apoyaron en las mismas o peores condiciones de vida. Esos demagogos ofrecen cambios y obras a las poblaciones, sin embargo, las consideran como simples instrumentos hasta conquistar todo lo que puedan. Además, pugnan por mantenerse en el poder por tiempo ilimitado. Ese es el camino elegido particularmente por aquellos países de la región que son afines al trasnochado socialismo propugnado por potencias como Rusia y China.

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