sábado, julio 27, 2024
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La crisis ecológica de la ciencia

Milton Suárez Montero

 

En la investigación de la biósfera (naturaleza o Medio Ambiente) no han sido revelados fenómenos que requieran una revisión radical de las leyes fundamentales de la ciencia. Al mismo tiempo, la crisis envuelve a todas las ciencias como forma de actividad y no como un sector aislado de ellas. La “crisis ecológica” de la ciencia toda es universal, por cuanto se extiende a su orientación más importante, es decir, a su utilidad. Por lo tanto, se trata de una crisis, no simplemente metodológica – axiológica (teoría de los valores; que tiene valor).

El “problema ecológico” desafía a la ciencia en su conjunto como determinada forma de la actividad humana. En la “situación ecológica actual” se plantea en una forma muy aguda la cuestión del sentido y el valor del “conocimiento científico” para indicar caminos seguros de optimización de la relación “hombre – naturaleza”.

La raíz del divorcio dualista apuntado entre el hombre y la naturaleza es la falta de coordinación entre las funciones transformadora y prognoscitiva (conocimiento anticipado de algún suceso) de la ciencia, lo cual deriva, a su vez, de la multiplicidad no organizada de conocimientos, de la falta de integración de las “disciplinas científicas”, que siguen fraccionándose.

En el plano metodológico la solución de este problema presupone un reforzamiento radical de planteamientos serios, que constituyen siempre  el fundamento de la ciencia; pero que su realización en la práctica de las “investigaciones científicas”, se ha visto en los últimos tiempos, imposibilitada por la diferenciación, casi incontrolable del conocimiento, la cual, en ocasiones, tiene como efecto inevitable: el carácter contradictorio y a veces caótico, tanto de la información científica, como de las recomendaciones científicas.

Todo esto se explica por la dispersión y el carácter contradictorio de la información ecológica; y, por lo tanto, desgraciadamente, por el carácter integral del problema de la biósfera. Este planteamiento metodológico raya en un extremismo (agnóstico), que niega, en general, que con la ciencia pueden alcanzarse conocimientos fidedignos. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que tal posición no es constructiva, porque la humanidad ha resuelto hasta el momento, problemas muy complicados. Sin embargo, no es menos peligroso el otro extremismo relacionado únicamente con recomendaciones simplistas unilaterales (Nóvik, Iliyá, 1982).

El desconcierto interdisciplinario en la ciencia moderna, es muy impresionante, pero creemos que dentro del tema ecológico sería más constructivo hacer un análisis metodológico de las tendencias del desarrollo de la ciencia en su relación con el problema ecológico. No obstante, con tal enfoque, tropezaremos ante todo con la aguda escasez de información sobre la biósfera.

En publicaciones modernas se enfatiza con razón que debe ser asegurada una acumulación ininterrumpida de información “sobre la marcha de los procesos naturales en los ecosistemas naturales y antropógenos (debidos a la actividad productiva del hombre), para que esta información permita pronosticar la situación y recomendar rápidamente decisiones fundamentales, a las cuales han de anteceder, “investigaciones ecológicas”; las cuales no deben limitarse únicamente a estudiar las consecuencias de aquéllas.

Pero la cuestión del asunto es el análisis de las formas de la interacción del hombre y el medio natural, tarea científica general que únicamente pueden hacerla las ciencias naturales en su conjunto, integradas en torno a las cuestiones del medio natural. La forma ideal de este proceso debe ser la síntesis desarrollada al máximo de los conocimientos y, su forma material, será la integración de la actividad.

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