martes, julio 30, 2024
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Vita nuova (Paradiso)

Inspirado en la “Divina comedia” de Dante Alighieri.

La complicidad del momento me hizo recobrar mi niñez, el panorama y el estupendo ambiente me abrazaron con tanto amor, que pude recordar las razones por las que me enamoré de la vida en Villa Tunari. Me encontraba en el Paraíso, donde el rocío tiene el mismo efecto del río Leteo, pues hace que olvides lo adverso, y las vertientes; provenientes del río Éunoe, tienen el poder de recuperar el tiempo perdido.
Mientras me extasiaba admirando el paisaje, en medio de tanta belleza natural, a lo lejos vi que un perro azabache se acercaba presuroso, dando muestras de inmensa alegría, enseguida reconocí que era Argos; símbolo de la fidelidad incondicional, un noble compañero del pasado. Aquel encuentro me colmó de dicha y una ráfaga esperanzadora completó el puzzle, la última pieza faltante de una promesa que estaba por cumplir.
—No esperes más palabras, ni consejos de mi parte; tu voluntad ya es libre, sana y recta es tu elección, actuar en contra de esa decisión sería un error, por eso te proclamo trovador y te remito hacia tu arte —fueron las últimas palabras que dijo Dante, antes de esparcirse en el firmamento. Agradecido por su tutoría, juré rendirle tributo por medio de mi escritura, para que el mundo rememore a tan magnánimo poeta, orgullo de la región Toscana.
Al quedarme sin guía, empecé a deambular por mi cuenta, hasta llegar a un riachuelo oculto, donde una dama con velo, ataviada completamente de color púrpura, entonaba una canción que evocaba a la diosa Deméter; la escuché con suma atención, pues la melodía de su dulce voz y su habilidad interpretativa me cautivaron. Después de cantar, me dio la bienvenida a los Campos Elíseos, me dijo que me estaba esperando hace mucho tiempo, para enseñarme el camino hacia las nueve esferas y así cumplir con su propósito.
El viaje comenzó atravesando la atmósfera, ascendimos en dirección a la primera esfera de la Luna, donde la concentración es primordial para aprender el dominio del ciclo lunar; al pasar por Mercurio y Venus, sentí que mi espíritu flotaba en concordancia con el resto, sin necesidad de albergar desconfianza; en completa serenidad, recorrimos la esfera del Sol, donde los sabios debaten compartiendo sus conocimientos, iluminando al planeta tierra con su intelecto.
Al llegar a Marte, reconocí a muchos personajes que ofrendaron su vida en busca de un mundo mejor, en esta esfera descansaban sus almas dotadas de un indómito coraje; en la esfera de Júpiter, vi a los devotos de la justicia, y en Saturno, a los maestros del autocontrol. Cuando llegamos a la esfera de las Estrellas, percibí una fe inquebrantable que emanaba de tres luceros; la doncella que me acompañaba, me reveló que eran mis abuelos, convertidos en estrellas fijas en representación a su amor inmaculado.
Por último, cruzamos el portal Primum Movens, alcanzando la inmortalidad del éter, compuesta por un espejo infinito; parecido al Salar de Uyuni en época de lluvia, una región más allá de la comprensión humana, donde no rigen las leyes del tiempo y el espacio. —Reconoce al Dios que habita en tu reflejo, y transciende a través de ello —dijo mi guía, mientras su imagen se disipaba en el Hanan Pacha, en ese instante pude reconocer que aquella mujer era mi madre, y en un parpadear de ojos, me hallé con la suficiente inspiración para empezar a construir una vida nueva.

El autor es Comunicador, poeta, artista.

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