Cuando hablamos de “Amparo”, nuestro entendimiento se remonta en forma inmediata a ese recurso o acción jurídica que busca proteger los derechos y libertades fundamentales de las personas frente a posibles violaciones por parte de autoridades o actos de poder. A su vez, este recurso o acción consiste en un proceso legal mediante el cual una persona afectada puede solicitar a un tribunal o juez que revise la legalidad de un acto o una norma que considera que vulnera sus más genuinos derechos.
Curiosa y casualmente, el nombre de esta figura jurídica coincide con el de Dña. Amparo Carvajal, fundadora y actual Presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, quien viene enfrentando uno de los hechos más abominables que se tenga memoria en nuestra historia, como ser atormentada por la toma ilegal de sus oficinas, a manos de una turba de seres desalmados que, desde hace más de 50 días, la han condenado a pernoctar sobre las aceras de la avenida 6 de Agosto, en pleno centro de nuestra ciudad, desconociendo su propia casta, sean ellos ocupantes ilegales o grupos de choque oficialista, injustamente protegidos por la policía, que simplemente se niegan a ver en Amparo la imagen de la madre que los concibió, como si hubiesen sido engendrados en un huevo.
Sometida a la más infame ordalía; privada de los más elementales servicios; ante la impavidez y abulia con que actúa la ciudadanía frente a este vil atropello, nos recrea la dolorosa imagen de aquellos filmes documentales que muestran, a un conjunto de cebras asistiendo imperturbables a un festín de hienas que, con esa mueca de risa diabólica, devoran a una gacela.
Ahora bien, es imperioso saber el origen de este entripado, ya que los asaltantes de las oficinas de la Asamblea han llevado su torpe acción al campo de una simple acción de Derechos Reales, olvidando que la propiedad del inmueble era, en principio, del Fondo de Pensiones de la Banca Privada y fue donado en el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada a la Asamblea de Derechos Humanos.
En los países que han abrazado la democracia, la libertad y la propiedad juegan un papel determinante. Un claro ejemplo de ello es la quinta enmienda de la Constitución de los Estados Unidos cuando revela: “No se privará a ningún ciudadano de la vida, la libertad o la propiedad sin el debido proceso legal”. De ahí que, una de las críticas más frecuentes al sistema democrático pasa por los abusos de los poderosos contra los débiles. Se trata de democracias engañosas en las que sólo unos pocos son verdaderamente libres.
Resulta, pues, inicuo que, en momentos en que los paceños celebramos con sana alegría las festividades de nuestra Señora del Carmen, patrona de las fuerzas armadas y de la policía, cuyo nombre deriva del Monte Carmelo, una cordillera de Israel sobre el mar Mediterráneo, considerado uno de los sitios bíblicos más famosos, donde se originan las órdenes religiosas de ese mismo nombre y, donde según la tradición cristiana tuvo lugar la aparición de la Virgen, tengamos que tolerar semejantes actos de crueldad y barbarie en contra de una dama que ha consagrado su existencia al servicio de Dios y de la bolivianidad, velando por su Amparo y sus Derechos Humanos.