sábado, septiembre 28, 2024
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¿La empresa pública siempre fracasa?

Un análisis escrito a nivel internacional por el máster en economía matemática, Santos Mercado, con el título “¿Por qué fracasan las empresas públicas?”, hace puntualizaciones sugestivas que vale la pena transcribir. “Las empresas públicas son las que crea un gobierno con fondos del erario, un administrador nombrado por el presidente de la república, con trabajadores integrados a la nómina gubernamental y produce bajo la filosofía de no ser negocios lucrativos que generan ganancias. Es decir, no son empresas capitalistas sino “de servicio al pueblo”. Pueden ser empresas que administran el agua de un país, producen fertilizantes, electricidad, libros, telefonía, pero también hospitales y escuelas”, explica.
El primer problema que tienen estas empresas es que no tienen dueño, no son propiedad de alguien, no hay accionistas. Los directivos son colocados por políticos, y algunas veces son personajes caídos en desgracia, castigados por disentir, pero también pueden ser oportunistas o que están preocupados por escalar puestos políticos que les rindan mejores ingresos personales. Al no existir dueños, nadie se preocupa por el funcionamiento de la empresa. El director durará dos, tres o cuatro años hasta que surja una mejor oportunidad o sea llamado a ocupar otro puesto de un superior que aspira a mejores niveles. Pero hay que mencionar que quien dirige en el momento a esa empresa estatal se percata que es una buena oportunidad para obtener beneficios extras, sea re-facturando con precios alzados, colocando a familiares, amigos o compadres que le cubrirán la extracción de recursos. No pocas veces esa extracción de recursos es ordenada por los niveles superiores, a fin de promover su propia movilidad política, puntualiza.
El segundo problema de estas empresas públicas es que todo su personal está anclado a la nómina gubernamental, es decir, recibe cheques seguros del gobierno. No importa si la empresa produce poco o muchos fertilizantes, poco o mucha electricidad, pocas o muchas consultas médicas. Los trabajadores se sienten seguros, inamovibles y protegidos por sus sindicatos. Los salarios del personal administrativo y trabajadores son burocráticamente impuestos desde las oficinas de Hacienda del gobierno y cambian cada año mediante falsa negociación con el sindicato. Como los trabajadores de base nada pueden hacer para negociar mejores salarios, optan por trabajar menos; si antes un empleado limpiaba diez salones, luego limpiará nueve y ven que su salario nominal no baja; luego limpiará ocho, siete, seis, cinco, y a veces ninguno, pues es una forma natural de hacer lo mínimo, que es equivalente a ganar más por lo que hace. Si es profesor, faltará a sus clases; si es médico dará cada vez menos consultas, etc. Es una respuesta natural bajo el sistema de empresas o instituciones del gobierno.
El tercer problema de las empresas públicas es que la variable “ganancia” no les importa. Es más, ven como natural que trabajen con números rojos, es decir, con pérdidas. Su discurso es que mientras rindan “beneficios sociales”, no importan las pérdidas. Así, la producción está regida no por la demanda del mercado, sino por los objetivos políticos del líder; es decir, del gobierno en turno. Puede ser que ordene entregar toneladas gratis de fertilizantes a los campesinos, ordenar que los hospitales estatales den consultas y medicamentos gratis, llevar electricidad a poblaciones muy alejadas sin importar el costo; ordenar que se otorgue matrícula a todos los que quieran entrar a una universidad pública, etc.
Al no preocuparse por los costos y los beneficios, nunca se sabe si se está actuando bien o no, pero más bien, se abre la puerta a la corrupción en todos los niveles. Se desvían los fertilizantes para los amigos mejores; los medicamentos se esfuman porque los mismos médicos se los llevan a sus consultorios privados; los edificios se deterioran porque a nadie le interesa darles mantenimiento. Si una empresa privada fracasa, el propietario la cierra de inmediato para no seguir perdiendo. Una empresa pública puede tener desfalcos, pérdidas, corrupción y seguir como si nada ocurriera, puede durar años, décadas. Pero está malgastando recursos de la sociedad y generando más pobreza. Es tarea casi imposible clausurar estas empresas depredadoras, pues se generan mafias sindicales o paramilitares y se oponen a todo cambio.
Dejar que un gobierno penetre en el campo empresarial termina por dañar toda la economía de un país. Los casos más extremos de gobiernos que invaden y se apropian de la economía los vemos en la Unión de Repúblicas Soviéticas, la Alemania de Hitler, la Albania del dictador Enver Halil Hoxha o en la Cuba de Fidel Castro. Todos esos países fracasaron. Sin embargo, los Estados Unidos, de 1912 hasta 1976 florecieron por la casi nula intervención del Estado, o Hong Kong, con una economía 99% libre y sin intervención estatal, crecieron como hongos en primavera. Ahora bien, se sabe que fundar una empresa privada no es garantía de éxito. De hecho, el 65% de nuevas empresas privadas fracasan y terminan por cerrar. Éstas pueden tener éxito o fracaso; pero invariablemente las gubernamentales fracasan. Si la privada fracasa, el afectado principal es el dueño; pero el fracaso de una estatal, daña a toda la población que por vía impuestos aportó recursos. La lección es clara: Es un error permitir que el gobierno funde y administre empresas. Hay que decirles a los gobernantes: “no te metas donde no te corresponde”.
Resumido el extenso e interesante artículo recibido, cabe preguntarse: ¿será como el experto Santos Mercado dice?

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